jueves, 2 de abril de 2015

OTRA HISTORIA EXORCISTA. CAPÍTULO 1

Un exorcista es alguien que está tocado por la divinidad. Todos y cada uno de ellos existen para desterrar a los seres maléficos que surgen de entre las tinieblas.
A finales de un siglo XIX imaginario, en la niebla, una inusual figura se adentra en los inhóspitos terrenos regidos por la Sombra. Nadie sabe quién es, nadie sabe de dónde viene, nadie sabe qué busca. La figura se detiene por un momento, en mitad de la noche, en mitad de la tormenta. El viento mueve sus cabellos, el agua empapa su cuerpo, la noche oculta su mirada y un relámpago la hace revivir. Una luz, tan solo una luz basta para que la luna admire su fino rostro de princesa. Princesa sin trono. Princesa sin joyas. Princesa sin palacio. Ella es, simplemente, una princesa de la calle, de la noche, de la Sombra. Su belleza es distinta a la de cualquier otro ser humano, pues posee la belleza divina digna de un ángel. Un ángel que se ha hecho fuerte sin querer serlo. Un ángel al que le han arrancado las alas y que no derramó ni una sola lágrima de dolor. Un ángel criado en los infiernos, mas destinado a perecer en los cielos. Un ángel que ya... no siente nada más que rabia.
La muchacha retoma su rumbo, sin embargo, ahora no es la oscuridad su acompañante, sino la hermosa y radiante luz de la luna, que ansía poder observar el rostro de la chica eternamente. Lentamente, la feroz tormenta amaina y el viento, ahora suave y delicioso como una brisa veraniega, regresa para juguetear de nuevo con los cabellos que la princesa intentaba domar dejándolos recogidos en una cola de caballo. Anaranjados, suaves, juguetones, rebeldes; contrastando con sus morados ojos llenos de rabia, dolor y miedo, ocultando un pasado que quiere olvidar pero que, por su propio bien, recuerda cada día de su vida. Su piel, casi transparente como la de un fantasma, marcada con cicatrices para que se acuerde de que no es un espectro y que puede ser dañada; una marca bajo su ojo izquierdo, otra escondida bajo su ropa y la tercera colgada al cuello en forma de medallón; un medallón de oro con la cruz templaria que, un día, perteneció a su difunta madre. Sus ropas poco habituales y ajustadas al cuerpo. Una especie de camiseta azul claro de manga francesa y sin hombros que muestra el ombligo de la joven y que permite la visión de dos finos tirantes negros, unos pantalones negros totalmente pegados al cuerpo y unas botas azules que, a pesar de ser capaces de llegar hasta la rodilla, permanecen holgadas y caídas permitiéndole a la joven chica una mayor movilidad.
-Madre, es hora de que cumpla la promesa... Conde, es el momento de que empiece el principio del fin...
Suaves palabras pronunciadas con delicadeza que los rosados labios de la princesa dejan escapar mientras admira la luna y su eterno brillo blanco, puro como la Inocencia.
-Debo apresurarme. Si no llego pronto, él me encontrará.
La chica comienza a correr y en pocos minutos alcanza un edificio, alto como la Torre de Babel y negro como el alma de Luzbel.
-¡Abrid! ¡Abridme si en verdad sois guerreros de Dios!
-¿Se puede saber quién eres y qué haces aquí a estas horas?- le pregunta una voz masculina.
-¡Eso no importa! ¡Abridme!
-A ver, entiende que no puedo permitirle el paso a una completa desconocida. Necesito que me digas quién eres y qué has venido a hacer aquí.
-¡Minucias! ¡Abridme si me encuentro en la Sombra!
-Así que conoces el nombre de la Congregación... ¿se puede saber quién eres?
-¡Mira que eres persistente! ¡Soy la dueña de Muteki!
-¿Te refieres al arco? ¿A la inocencia?
-¡Así es! ¡Vengo por pedido de Komui Lee! ¡Abridme de una vez!
No hay respuesta humana, sin embargo, la puerta se abre para la joven, que entra rápidamente en el edificio.
-Vaya, buenas noches señorita, ¿me puedes dar ya tus datos?- le pregunta un hombre en cuanto entra.
-¿Eres tú el de antes?
-Así es, soy el subjefe Reever. Un placer conocerte.
-Yo... soy Marine.
-¿Ves cómo no era tan difícil? Pero tendrás apellido, digo yo. ¿Te importaría mucho decírmelo antes de ir a ver al jefe Komui?
-Llévame con él y te lo diré.
-Está bien, que testaruda eres. Ven, es por aquí- Reever empieza a caminar junto a la princesita hasta que llegan a cierta puerta- es aquí.
-Kanda... soy Marine Kanda...- dice entrando por la puerta y dejando al subjefe atontado por su respuesta- Komui.
-Buenas noches, no te esperaba hoy.
-Tuve un mal presentimiento y decidí adelantar el evento.
-Bueno, lo importante es que estás sana y salva. ¿Te encontraste con algún peligro durante el camino?
-No, y eso me inquieta. No hace falta que te diga que el Conde se está moviendo.
-Quizás ahora mismo tiene otro objetivo, uno que tal vez le ayude a llegar a ti.
-¿Y cuál crees que es?
-Quién sabe. Pero cambiando de tema, ¿cómo estás tú?
-¿A qué te refieres?
-Bueno, algo debes de sentir. Después de todo, estás finalmente aquí.
-No me siento de ninguna manera, simplemente... estoy aquí.
-Tan fría como siempre... pero tengo una sorpresa que te hará sonreír.
-Hace mucho que no sonrío, ¿qué puedes hacer tú para que lo haga?
-¿Qué tal esto? ¡Adelante!
La puerta se abre lentamente y un chico de rasgos asiáticos y cabellos azules entra en el cuarto.
-Dios mío... ¿eres Yuu? ¿De veras eres Yuu?
-Por todos los demonios, ¿qué haces aquí? Komui, ¿qué hace ella aquí?
-¿Acaso no te alegras de verla?
-Por supuesto que me alegro, pero es peligroso que ella esté aquí. Si el Conde la descubre...
-No lo hará, aquí nadie sabe quién es ella en realidad.
-¿Entonces qué... qué nombre ha dado?
-Marine Kanda, n-nii.
-No me llames nii, que da mal rollo que lo hagas.
-Entonces Yuu, ¿puedo llamarte así?
Kanda se muerde el labio inferior y abraza a la princesa con todas sus fuerzas mientras unas lágrimas rebeldes se escapan de sus ojos.
-Tú puedes llamarme como quieras. Solo... no te alejes de mí... ni dejes que yo lo haga...
La chica, imitando al apuesto japonés, lo abraza y deja que sus lágrimas fluyan por su rostro libremente.
-Yuu... Yuu... Te he echado tanto de menos...
-Tres años... Tres malditos años...
-Creí que no volvería a verte... Pensaba que habías desaparecido para siempre de mi vida... Como pasa siempre...
-Yo jamás me alejaré de ti... Te lo prometo...
-¡Oh! ¡Qué bonito es el amor!- dice Komui para llamar la atención de ambos exorcistas, que rápidamente se separan y se deshacen de sus lágrimas- bueno, veo que sois buenos captando indirectas.
-Como sea, solo quiero que me expliques qué hace ella aquí.
-Eso es simple, está aquí para ser una exorcista más.
-¿Estás de broma? Ella no puede controlar una inocencia, no es capaz de hacerlo.
-Y-Yuu... En realidad sí que puedo... Ahora sí...
-¿Qué? ¿Cómo?
-Cross Marian, esa es la única respuesta- dice Komui sonriente.
-¿La mandaste con ese maldito pervertido?
-B-Bueno, es que era el único capaz de sacar a la luz el potencial de...
-Me da igual, ¿cómo pudiste hacer algo así?
-Yuu, el maestro Marian no es mala persona. Es cierto que es un mujeriego en toda regla, pero no hay oscuridad en su corazón.
-De acuerdo, si tú lo dices será por algo.
-Que pareja tan bonita...- suspira Komui- espero que Lenalee no esté nunca así con nadie.
-¿Lenalee?
-Mi queridísima hermana pequeña. Seguro que te cae bien, a todos les cae bien. Pero será mejor que nos pongamos serios, no tenemos tiempo que perder. Primero tenemos que devolverte a Muteki y luego buscar una misión adecuada para ti.
-¿Adecuada para mí?
-Exacto. Tú no puedes hacer cualquier misión, solo debemos encomendarte las que tengan un porcentaje mayor del 63% de éxito.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Pues que solo te mandaremos a misiones en las que sea más probable hallar el corazón.
-El corazón... De acuerdo, haré todas las misiones que hagan falta hasta que lo encontremos.
-Así me gusta, pequeña... Ahora será mejor que vayas a descansar, debes tener sueño. Kanda, enséñale su cuarto, por favor. Y tranquila, mañana nos encargaremos de todo lo que debemos hacer. Por el momento, solo duerme.
La princesa asiente y sale del despacho junto con el espadachín. Ambos avanzan juntos sin mirarse, sin hablarse, sin tocarse; como si fueran unos desconocidos. Finalmente llegan a la habitación de la chiquilla.
-Es aquí, la mía es la de al lado.
-Este sitio...
-¿Me estás escuchando?
-¿Eh? Sí, claro...
El chico la mira entre sorprendido y preocupado y, con una velocidad inimaginable, agarra a su compañera y la mete en el cuarto con brusquedad. Tras hallarse él también en la sala, cierra la puerta con cerrojo y mira a la princesa con frialdad. Durante unos minutos nadie dice nada, tan solo se dedican a matarse con la mirada como si así fueran a ser capaces de comprender la mente del otro.
-¿Por qué has hecho eso?
-¿Por qué no me escuchabas?
-Sí te escuchaba, ahora respóndeme.
-No lo hacías.
-Yuu... Basta ya, por Dios... Deja... ¡Deja de mirarme así! ¡Deja de mirarme con lástima! Yo no necesito la comprensión de nadie... Yo... No necesito a nadie...- solloza la chica cayendo al suelo de rodillas y dejando que sus lágrimas fluyan libremente por su principesco rostro.
-¡Pues deja de comportarte así! ¡Si dices que no eres digna de lástima, demuéstramelo! ¡Si dices que no necesitas a nadie, demuéstramelo!
-¿Cómo demostrar algo que ni tú mismo te crees?- interrogó la pequeña exorcista mirando con dolor al apuesto joven que se alzaba de pie ante ella- no quiero que nadie me mire con lástima porque ellos también me miran así, no quiero que nadie esté a mi lado porque se alejará de mí y me abandonará... ¡Me odiará!
Tras escuchar aquellas palabras, Kanda simplemente se deja caer frente a la chiquilla y la guarda con sus brazos.
-Lo siento... Entiendo cómo te sientes, pero recuerda que yo jamás me iré de tu lado... Al igual que sé que tú nunca te irás del mío.
No se mueven más desde aquello. No dicen más desde aquello. No hacen mayor ruido que sus respiraciones y los tímidos lloros de la princesa, que poco a poco van desapareciendo.
-¿Estás mejor?- pregunta el espadachín cortando el abrazo.
-Sí... Yuu... Tengo que contarte algo...
-¿Qué es?
-Me encontré con algo, alguien más bien, sospechoso. Creo que era un Noé.
-¿Estás segura?
-Sí, no, no lo sé. Su alma estaba tan... Podrida... No me gustaba, me daba miedo. Volví a sentir lo que sentí cuando me encontraba allí.
-Me juraste no mencionar de nuevo aquella época.
-Lo sé, si alguien que no debe lo oye sospechará y esas sospechas pueden llegar a los Noé e incluso al Conde, pero aquí solo estamos tú y yo.
-Sigue siendo peligroso mencionar esto aquí.
-Aquí y en cualquier parte... ¿Me equivoco?
-Supongo que no. Pero dime, ¿te hizo algo ese supuesto Noé?
-No especialmente. Sin embargo, se fijó en mí y me invitó a bailar.
-¿Estabas en una fiesta?
-Sí, el maestro me pidió que fuera a ella antes de venir aquí, aunque se negaba rotundamente a que viniera.
-No me extraña... ¿Pasó algo más en esa fiesta?
-No, bailamos y me piropeó. Nada más, luego no volví a verlo.
-¿Qué hiciste después del baile?
-Me quedé un rato más para conseguir la orden del maestro y luego me fui.
-¿Qué te pidió que consiguieras?
-No lo sé exactamente, es esta caja- dice mostrándole una pequeña cajita gris con bordados rojos- pero no encontré la llave por ninguna parte, y ya no logro contactar con él para preguntarle.
-Es extraño, al  igual que ese hombre. Pero... no tiene cerradura.
-¿En serio?- ojea la cajita una vez más- tienes razón, no hay ninguna cerradura. Pero no puedo abrirla, ¿por qué me mandaría el maestro conseguirla?
-Igual tiene algo dentro que algún día te resultará útil y se abrirá cuando estés preparada para usarlo, ¿no percibes nada?
-No, y cuando la agito no suena nada. Es como si estuviera vacía, espero que tenga razón y algún día pueda abrirla y me muestre algo beneficioso.
-Tú no le des vueltas, piensa que cuando deba ser, será. Y ahora será mejor que duermas, que menudas ojeras traes.
-¿Tanto se notan?
-Sí. Venga, a la cama.
-Me tratas como si fuera una niña pequeña.
-Eres mi niña pequeña- dice Kanda depositando un beso en la frente de la chica y yéndose.
-Yuu, me alegro mucho de volver a verte- dice la princesa dejando escapar unas lágrimas y adornando su rostro con una bella sonrisa.
-Y yo... Buenas noches- susurra el chico marchándose del cuarto.
La chica se levanta y abre la gran ventana con vidriera de la habitación asomándose a ella. Alza la mirada y logra cruzar miradas con la luna antes de cerrar los ojos para sentir cómo el viento juega de nuevo con su pelo.
-Mamá... Yo... Ya estoy dentro...

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