jueves, 25 de diciembre de 2014

Especial de Navidad

Nota: este fanfic me ha costado sangre, sudor y lágrimas hacerlo y, además, estuve a punto de borrarlo cuando lo acabé porque el resultado no me gustaba. Encima hace mucho tiempo que me vi el anime que he usado y he tenido que informarme en su wiki. Solo espero que, aunque no se acerque ni de lejos a mis otros fanfics, lo disfrutéis y os guste, aunque sea solo un poquito. Y FELIZ NAVIDAD A TODOS.


La Navidad es una época hermosa en la que predominan la bondad y la generosidad. Es el momento del año en el que toda la familia se reúne y celebra una gran fiesta. Aunque, a veces, celebrar la Navidad puede resultar un poco… difícil y peligroso.

-Muy bien, empecemos la reunión- dijo un hombre alto y rubio entrando en la sala- tenemos que decidir dónde celebraremos la fiesta de Navidad este año y… ¿me estáis oyendo?- se calló al sentir que cada uno estaba a lo suyo y nadie le prestaba atención- ¡qué os calléis!

-¡Oh! Doitsu ya está aquí. ¡Hola Doitsu!

-Sí, sí. Hola Italia…

-Ve~ me ha saludado, te dije que lo haría- dijo Italia dirigiéndose a un chico idéntico a él- porque Doitsu me quiere mucho.

-Que sí Veneciano, que el Macho Patatas te quiere mucho y todo lo que tú digas…

-Romano, no seas así con Ita-chan.

-¡Tú a callar, bastardo!

-¡YA BASTA!- gritó enfurecido Alemania- tenemos que decidir dónde vamos a celebrar la dichosa fiesta de Navidad, así que silencio. ¿Alguien quiere presentarse para ser el anfitrión este año?

-¡Esta es una misión digna de mí! Como héroe que soy me ofrezco para cumplirla con éxito. En Estados Unidos ponemos luces en todos los edificios y le damos color de Navidad a los dulces, ¡somos los mejores!

-¿Alguien más?

-Yo quiero también. En Rusia tenemos un señor que hace milagros y se llama Santa Claus. Hacemos muñecos de él y los usamos de adornos, y se dice que se mueven cuando pasa el 25 de diciembre.

-Ve~ ve~ ve~ en Rusia no, en Rusia no.

-Ru-Rusia, has asustado al pobre Italia- le regañó un chico con un oso panda.

-Lo siento Italia- se disculpó Rusia con una sonrisa- ¿por qué no te presentas tú, China?

-Bueno… en mi país está prohibido adornar árboles porque se queman fácilmente, pero al menos comemos pizza.

-No esperaba menos de ti, Chugoku-san- le dijo un chico vestido con un traje parecido al de la Marina.

-¿Y en tu casa cómo lo hacéis, Japón?- le preguntó China.

-Bu-bueno… pues…

-¡Japón! ¡No dudes y cuéntanoslo!- le gritó un chico rubio- en Suiza, por ejemplo, la celebramos en familia y por eso no me presento. Pero seguro que tus Navidades son mil veces más extravagantes y mejores.

-¿T-tú crees? Pues… en Japón, prácticamente, hacemos una guerra comercial…

-¿Qué es una guerra comercial?

-Verás, Italia- le dijo Dinamarca- una guerra comercial es una pelea que tiene lugar en Navidad en la que las tiendas y centros comerciales se convierten en robots gigantes, diseñados 100% por Ikea, y luchan hasta que solo quede uno en pie. El que sobrevive vuelve a transformarse en edificio y la gente realiza ahí sus compras navideñas.

-¿Q-qué? N-no es así, Dinamarca-san.

-¿Ah no? Bueno, pero mi versión seguro que es más interesante. JA JA JA.

-Dinamarca, ¿estás borracho?

-¿Qué? ¡Claro que no, Holanda! JA JA JA.

Holanda y Bélgica suspiraron y se levantaron.

-Lo lamento, pero lo mejor será que nos llevemos a Dinamarca- dijo Holanda sacándolo a rastras de la sala.

Bélgica, antes de salir, se dirigió a Alemania y le susurró algo al oído.

-Muy bien, prosigamos- dijo Alemania- ¿alguien más?

-¡Yo!- gritó Italia agitando sus brazos- en mi casa iluminamos una montaña entera, cocinamos un pavo gigante y les regalamos cosas a nuestros amigos. Nuestras Navidades son muy divertidas.

-¡Pero las mías son las mejores!- gritó un extraño tipo de ojos rojos- en mi casa tiene muchísimo éxito el mercado navideño, y hacemos dulces y adviento. ¡Soy demasiado genial!

-Cierra la boca, aniki.

-¿Pero qué pasa, otouto?- le preguntó en tono burlón el de ojos rojos- seguro que a Italia-chan le gustaría mucho celebrar la Navidad en nuestro país.

-Sí, ¡quiero volver a celebrar la Navidad con Doitsu y Prusia!

-De eso nada- dijo Alemania- otro año más no, ¡en mi casa no se vuelve a hacer una fiesta!

-Aguafiestas…

-No te pongas así, Prusia. Después de todo, no es ningún secreto que las Navidades en Francia son mucho más espectaculares y románticas que en vuestro país. Además, nuestro Santa Claus reparte vino.

-No vamos a celebrar las Navidades en tu casa, Francia- le dijo Alemania- no quiero que vuelva a pasar lo del año pasado.

-¿Qué ocurrió el año pasado?- preguntó Francia desconcertado.

-¿Cómo podría decirlo delicadamente?

-Intentaste violarnos a todos.

-Exactamente, gracias España.

-¿En serio? Pues no lo recuerdo…

-Eso es porque estabas más borracho que una cuba.

-Bueno, dejemos ya de hablar de Francia y sus perversiones. Si no hay nadie más que quiera presentarse…

-A mí me gustaría celebrar las Navidades en Finlandia.

-¿Q-qué? ¿Por qué, Su-san?

-Porque tu país es el más cercano a Santa Claus.

-¡Es verdad!- dijo Italia- ¡cuéntanos cómo celebras la Navidad!

-Pues… tenemos saunas navideñas. Y con el fuego que nos sobra de las saunas derretimos estaño y de acuerdo a la forma que tome, leemos la suerte para el año venidero. No es algo muy normal, pero tampoco es lo más raro del mundo.

-Muy interesante… bien, ahora me gustaría a mí, más bien le gustaría a Bélgica, nominar a España.

-¿A mí? Pero si en mi casa no hacemos nada especial… decoramos las calles con luces, ponemos un árbol decorado en las casas y toda la familia monta un Belén. También tenemos una cena todos juntos en la que no pueden faltar el marisco y el cordero y, al final de la noche, brindamos todos juntos con champan o sidra.

-Bien, ya tenemos suficientes países para votar, ¿no, Doitsu-san?

-Bueno, la verdad es que a mí me gustaría presentarme también- dijo un chico con un oso en brazos.

-¿Quién eres?- le preguntó el oso.

-Soy Canadá…

-Sí. Coged el sobre que os repartirá Japón y apuntad el nombre del país que queráis votar. Todos los que han explicado cómo es la Navidad en sus casas pueden salir elegidos y además pueden votar por ellos mismos. Intentad no hacer un voto nulo. Los votos de Holanda y Dinamarca contarán como nulos ya que no están aquí y no han expresado su opinión, pero el de Bélgica contará como voto hacia España. Ya podéis votar.

Todos los países presentes realizaron la votación y unas horas después volvieron a reunirse, cuando Alemania, Japón e Italia ya habían contado todos los votos.

-¿Quién quiere dar la noticia?- preguntó Japón.

-¡Yo!- respondió Italia- ¡felicidades Spain nii-chan! ¡La fiesta de Navidad será en tu casa este año!

Y desde ese día ha pasado un mes. Actualmente es 25 de diciembre  y España lo tiene todo preparado, aunque en contra de su voluntad. Pero eso no hizo que sus ganas decayeran. Todas las calles fueron adornadas con luces y el pequeño palacio donde se celebraría la fiesta se llenó de decoraciones navideñas y, a la entrada, se colocó un gran árbol de Navidad con una estrella dorada en la punta y un montón de espumillón, lazos y bolas en forma de tomate junto a un gran Belén que España había montado el día anterior junto a Italia y Romano. En el centro del gran salón del palacio se encontraba la pista de baile, rodeada por las mesas de comida. Aún quedaban un par de horas para que la fiesta diera inicio y el pobre España no podía con sus nervios.

-Venga Spain nii-chan, ya verás como todo sale bien.

-¿Pero y si no gusta el menú, Ita-chan?

-A ver bastardo, ¿qué has puesto de menú?

-Unos entremeses para abrir el apetito, de primero marisco, de segundo cordero y ensalada y de postre turrón y todo tipo de dulces navideños.

-Seguro que a todo el mundo le gustará, no te deprimas- intentó animarlo Italia.

-Es verdad. Además, te has esforzado mucho al organizarlo todo. Así que no te pongas nervioso.

-¿En serio? ¡Sabía que en el fondo me querías, Lovi!- dijo España abrazando a Romano.

 

*A partir de aquí todos empiezan a llamarse por sus nombres humanos porque no es un evento “oficial”. Salvo Italia que es idiota y seguirá llamando a todos como le dé la gana, pero como lo queremos mucho y es el protagonista de Hetalia nos fastidiamos*

 

-¿Interrumpimos algo?

-Oh Francis, cla-claro que no- dijo Antonio soltando a Lovino.

-Bueno, si tú lo dices me lo tendré que creer.

Francis fue el primero en llegar, pero poco después el resto de países llegaron como si fueran una avalancha. En cuanto todos estuvieron reunidos en el gran salón del palacio, se sentaron a comer.

-Tranquilo- le dijo Lovino a Antonio tomando su mano por debajo de la mesa- todo va a salir bien.

Gracias a ese cariñoso, e inusual, gesto de afecto por parte de Lovino, Antonio logró calmarse y disfrutar de la comida. Cuando ya estaban en el postre, todos tomaron sus copas y el anfitrión se levantó.

-Muchas gracias por haber venido esta noche a celebrar esta magnífica fiesta en mi casa. Nunca esperé que esto saliera bien, así que estoy realmente contento por el resultado que está teniendo. Solo espero que hayáis disfrutado de la comida y que disfrutéis también del resto de la fiesta. Es una lástima que Laura no haya podido venir,  me habría gustado decirle cuatro cosas, pero también espero que ella y todos los que no han podido acudir hoy aquí estén teniendo unas Navidades tan buenas como las que estamos teniendo nosotros. Por lo que este brindis se lo dedico a Nobuya, Laura, Mathias, Vash y Lili. ¡Espero que estén disfrutando sus Navidades! Y también querría dedicarle este brindis a Lovino, sin el que esta fiesta no hubiera sido posible, y a Feliciano, que más que ayudar ha estorbado pero es adorable y siempre tiene buenas intenciones.

Todo el mundo aplaudió el brindis de Antonio y chocaron sus copas. En cuanto el anfitrión se sentó, comenzó a sonar una bella música y muchas parejas salieron a la pista a bailar. Lovino y Antonio se habían quedado solos en la mesa, pero el italiano parecía un poco agobiado.

-Lovi, ¿quieres salir afuera?

-N-no hace falta.

-Venga, te estás agobiando- el español se levantó y cogió de la mano al que un día estuvo a su cuidado- vamos fuera un rato.

Antonio logró sacar a Lovino, quien casi se desmaya varias veces, y se sentaron juntos bajo un gran árbol.

-Te has estado esforzando mucho más que yo este mes para que todo saliese bien.

-¿Y qué? No podías con todo tú solo.

-Pero te has exigido demasiado, por eso estás así.

-Estoy bien, ya sabes que no me gustan mucho los espacios cerrados, especialmente cuando hay mucha gente.

-Lovi, no soy tonto. Sé que casi te desmayas varias veces cuando salíamos.

-Eso no es cierto. No soy tan débil, bastardo.

-Te has sonrojado. Estás tan lindo cuando te sonrojas…

-Ca-cállate. Yo no soy lindo.

-Sí que lo eres.

-¡Que no lo soy!

-Que tozudo eres… por cierto, cierra los ojos.

-¿Qué? ¿Para qué?

-Voy a darte mi regalo de Navidad.

Lovino lo miró desconfiado, pero cerró los ojos. Antonio se acercó a él y le plantó un beso en los labios. Cuando se separaron, Lovino empujó con fuerza a Antonio.

-¡¿Q-qué diablos haces?!

-Darte mi regalo. Feliz Navidad, Lovi.

Antonio se levantó para irse, pero Lovino se levantó también y lo cogió del brazo.

-Fe-feliz Navidad, Antonio…

El español se giró y le dio un abrazo a Lovino.

-Te quiero, Lovi…

-Y yo a ti, bastardo…

Mientras tanto en el gran salón…

-¡Atención! ¡Ha llegado Sea-kun!- gritó Sealand irrumpiendo en el palacio.

-¿Peter? Vete de aquí, ya sabes que no eres un país.

-Cállate traidor, que me vendiste por eBay.

-Hey, a Arthur no le hables así- dijo Alfred levantando al pequeño por la camisa y saliendo del palacio para echarlo junto a Arthur- el héroe te ordena que te vayas, así que hazle caso.

El pequeño Peter se marchó se allí maldiciendo a Alfred y a toda su parentela, pero al fin y al cabo dejó en paz al resto de naciones.

-Gracias por echarlo, Alfred.

-No hay de qué, ya sabes que los héroes siempre acuden en ayuda de los débiles.

-No soy débil…

-Ya sé que no lo eres. Pero… sí que me podrías dar una recompensa, ¿sabes?

-¿Ah sí?

-Sí, ¿te importa que me la cobre yo mismo?

-Bueno, su-supongo que no…

Alfred se acercó a Arthur y lo arrinconó contra la pared.

-Espero que no te hayas dejado nada dentro, porque esta noche no vuelves.

-¿Q-qué haces?

-Algo que debí hacer hace mucho tiempo- el americano aprisionó las muñecas del inglés y le plantó un salvaje beso en los labios- te amo Arthur, y voy a hacerte mío quieras o no.

-A-Alfred…

-No voy a detenerme por más que me lo pidas.

-N-no voy a pedirte que te detengas… p-pero me da vergüenza hacerlo aquí…

Alfred sonrió como nunca y soltó las muñecas de Arthur.

-¿Qué tal si vamos a mi avión privado?

-¿T-tienes avión privado?

-Soy un héroe, ¿tú qué crees?

El americano comenzó a caminar y el inglés lo siguió tomándole de la mano. Esa iba a ser una noche inolvidable para ambos.

-Hola Matthew.

-Oh, hola Francis.

-¿Hoy no llevas a Kumajiro?

-No, decía que prefería quedarse en casa.

-Bueno, mejor. Así no nos interrumpe. Por cierto, hoy estás muy guapo- le dijo Francis guiñándole un ojo.

-N-no digas tonterías, Francis. ¿Cuánto champan has bebido?

-El suficiente para mantenerme sobrio. Matthew, ¿bailarías conmigo?

-F-Francis, deja de tomarme el pelo.

-No te estoy tomando el pelo. Venga, baila conmigo esta noche.

-P-pero…

-Si me rechazas beberé tanto que pasará algo mucho peor a lo que decís que ocurrió el año pasado.

-Vale, pero solo un baile…

Francis tomó la mano de Matthew y lo sacó a la pista de baile. Al llegar pegaron sus cuerpos y comenzaron a danzar al ritmo de la suave música. Francis miraba con una pervertida sonrisa al joven canadiense, que no lograba apartar la mirada de esos orbes azules. Antes de que se dieran cuenta, la música cesó y tuvieron que separarse.

-¿P-por qué te separas?

-Porque dijiste que solo un baile.

-B-bueno… podemos… podemos bailar alguno más… después de todo, hoy es una noche especial…

El francés se acercó a Matthew y le acarició el rostro con delicadeza mientras le daba un beso en la frente.

-Si seguimos bailando no me haré responsable de mis actos.


-Eh bien, aujourd'hui, c’est une soirée spéciale.

-Je, je. Tu es plein de surprises, petit prince.

-Entonces bailemos, si quieres descubrir más sorpresas esta noche.

-Vaya, vaya… y parecía tonto el niño…

Matthew le respondió con una enigmática sonrisa que nunca antes había visto Francis en el rostro del joven canadiense. Esa noche prometía bastante…

-No estoy acostumbrado a ver a tanta gente junta y divirtiéndose, estoy tan feliz da. ¿Tú no, Yao?

-¿Eh?

-Yao, ¿estás bien da? Es muy raro que te quedes mirando a las musarañas da.

-Es solo que estoy algo cansado por el viaje aru, nada más, tranquilo aru.

-¡Oye tú! ¡Aléjate de mi nii-san!

-Natalia, no molestes a Rusia-chan y a Yao.

-Cállate Sofía, ¡Nii-san es solo mío!- dijo Natalia tirando de la bufanda de Iván.

-So-Sofía, a-ayúdame. M-me ahogo…

-¡Ah! ¡Natalia! ¡Suelta la bufanda de Rusia-chan!

Sofía empezó a tirar de Natalia para que soltara la bufanda de Iván, que a duras penas lograba respirar. Al final, Yao se levantó y ayudó a la ucraniana con su trabajo que, milagrosamente, lograron cumplir. Yao volvió a sentarse junto a Iván mientras veían como Sofía arrastraba a la bielorrusa lejos de ellos a duras penas.

-Sofía sigue llamándote Rusia-chan, no cambiará nunca aru…

-D-da…

-¿Te encuentras bien, Iván?

-¿P-podemos salir afuera un minuto da?

-Claro aru.

Ambos chicos salieron del palacio por la puerta trasera y se apoyaron en la pared de este.

-I-Iván…

-¿Qué pasa da?

-No… nada…

-¿Eh? Quiero saber qué ibas a decir da. Quiero oírlo, quiero oírlo.

-Es una tontería aru… es solo que… me alegro de que no te quedases sin aire antes aru…

-Bueno, no me vendría mal un poco más de aire da.

-¿Eh?

De pronto, la mirada dulce e inocente de Iván se convirtió en una mirada aterradora que imponía respeto. La otra personalidad del ruso que tanto asustaba al joven chino había despertado e Iván había acorralado al aterrorizado Yao contra la pared.

-I-Iván… d-detente aru…

-No. No pienso parar.

-I-Iván, si no te detienes gritaré aru.

-No podrás- dijo el ruso mientras amordazaba al chino con su bufanda y atrapaba sus muñecas con una mano- lo siento Yao, pero ya no puedo más. Yo… te necesito… necesito sentirte…

Los chicos cruzaron miradas. La de Iván transmitía dolor, pero también un gran amor que le estaba matando por dentro. En la de Yao, en cambio, se veía miedo, pero un miedo que era eclipsado por un fuerte sentimiento de alegría y necesidad. Necesidad del hombre que tenía ante él. Iván, como si hubiese entendido la mirada de su acompañante, le retiró la bufanda de la boca y le besó con desesperación.

-E-eres un bruto aru…

-¿Ah sí? ¿Te gustaría descubrir cuán bruto puedo llegar a ser?

-Puede ser divertido aru.

-Pequeño masoquista…

Y, bajo el frío de la noche, ambos masoquistas jugaron a averiguar cuánto dolor pasional eran capaces de soportar sus cuerpos.

-Y entonces, si los acaricias ahí, se pondrán mucho más contentos.

-Ajá, entiendo… y así te ganarás antes su confianza, ¿no?

-Sí, aún tienes mucho que aprender, Kiku.

-¡Hola! ¿Qué tal llevas la noche, Kiku?

-Oh, muy bien Sadiq-san. ¿Y tú?

-¡Genial! Me alegro mucho de haber venido, aunque tenga que encontrarme con indeseables.

-¿Te estás refiriendo a mí, Sadiq?

-No quería decirlo tan directamente, pero sí.

-Ya veo, pues entonces vete.

-Preferiría que te fueras tú. Después de todo, Kiku me prefiere a mí.

-Eso no es cierto, Kiku me prefiere a mí.

-He-Heracles, Sadiq. Parad, por favor.

-¡No te metas en esto!- le gritaron a coro.

Kiku, al oír esos gritos dirigidos a su persona, salió corriendo del lugar.

-Mira lo que has hecho- le recriminó Heracles al turco- deja que yo arregle esto.

El griego salió corriendo hacia donde el japonés se había ido anteriormente y dejó ahí, quieto y derrotado, a Sadiq. Heracles encontró a Kiku en los servicios llorando.

-Kiku… ¿estás llorando?

-He-Heracles, cla-claro que no- dijo secando sus lágrimas.

-Kiku, no me mientas.

-Yo… no soporto que os peleéis así por mí…

-Vale, te prometo que no volveré a discutir con él sobre a cuál de los dos aprecias más.

-¿De veras?

-Sí- respondió el griego tomando al japonés por la cintura- después de todo, sé que eres solo mío desde aquella noche.

-N-no menciones eso…- dijo Kiku completamente rojo.

-Vale, pero tendrás que darme algo a cambio.

-¿Q-qué te parece esto?- preguntó Kiku rodeando el cuello de Heracles con sus brazos y fundiéndose con él en un tierno beso- ¿e-es suficiente?

-Lo siento, pero ahora quiero algo más de ti.

Heracles pegó más en cuerpo de Kiku contra el suyo y comenzó a acariciar su cintura por encima de la ropa. El japonés sabía que pasaría a continuación y estaba feliz, ese sería el mejor regalo de Navidad que su amado griego podría darle jamás.

-¿Me estás diciendo que no quieres bailar con mi genial yo?

-Exactamente.

-¿Pero por qué? ¿Tan enfadado estás?

-Sí, creo que no es tan difícil de ver. Pero claro, tú solo tienes ojos para ti y tu grandiosidad, y ya estoy harto, Gilbert.

-Pero Roderich, ¿cómo puedes hartarte del asombroso yo?

-¿Por qué será? Quizá porque eres un arrogante y un narcisista, o baka san.

-Roderich…

-¿”Roderich” qué?

-Ya te vale… mira lo que me haces decir… lo siento… siento mi arrogancia… te prometo que intentaré no ser tan arrogante, pero perdóname… por favor…

-Estás perdonado- dijo el austriaco con una sonrisa.

-¿Entonces me concedes este baile?- le preguntó el prusiano tendiéndole la mano.

-Solo si no te alabas en toda la noche.

-De acuerdo. El increíble yo... digo, haré lo que pueda.

Roderich sonrió y salió a bailar con ese loco al que una vez odió, pero del que ahora estaba tremendamente enamorado. Después de todo, Gilbert siempre conseguía hacerlo reír con sus ocurrencias y, aunque no soportase sus momentos de autoalabanza, nunca se atrevería a dejarlo.

-Emil…

-¿Qué pasa, Lukas?

-Llámame “onii-chan”.

-Ya te he dicho muchas veces que no.

-¿Por qué?

-Porque no.

-Pero es Navidad.

-¿Y eso qué tiene que ver?

-Pues que no me has hecho ningún regalo.

-¿Y no puedo darte otra cosa?

-No. Quiero que te sientes en mi regazo y me llames “onii-chan”.

-¿Es necesario?

-Sí.

-Ya me puedes dar tú un buen regalo…

Emil se levantó y se sentó en el regazo de Lukas, este lo abrazó por la espalda.

-Onii-chan- dijo el joven avergonzado.

-Gra-gracias…- dijo  el noruego con un hilo de voz.

-Lu-Lukas, ¿te encuentras bien?

-S-sí… es solo que… estoy feliz…

-Lukas… ¿estás… estás llorando?

-Q-qué más da…

-Y-yo… lo siento… es mi culpa que llores, ¿verdad?


-Liten idiot… claro que es tu culpa, voy a tener que darte un gran regalo.

El joven islandés tan solo suspiró, le esperaba una noche muy larga… pero extrañamente se sentía tremendamente feliz.

-Onii-chan… I love you…


-Y yo a ti, pequeño, y yo a ti…

Lukas afianzó el abrazo que ejercía sobre Emil y se secó las lágrimas en su ropa. Los dos se sentían extremadamente felices en ese momento, pero ninguno se atrevía a moverse. Quizá por miedo a que el otro se quebrara como si fuera una delicada figurita de cristal o tal vez temiendo que fuese un sueño y que despertasen al moverse. Quién lo sabe. Pero hay algo que ambos sabían bien, algo nuevo empezaba en ese momento y no pensaban dejarlo ir.

-Vaya, que bien bailas, Su-san.

-¿Tú crees?

-¡Sí! Es increíble cómo te mueves, nunca imaginé que fueras tan bueno.

-Gracias, eres una gran esposa.

-N-no digas tonterías. Te he dicho muchas veces que no puedo ser tu esposa, soy hombre.

-¿Y qué?

-Pues que no es posible, no puedo ser esposa siendo hombre.

-Entonces esposo.

-P-pero Su-san…

-Tino, te he dicho muchas veces que puedes llamarme por mi nombre. ¿Por qué no lo haces?

-Ah, supongo que es la costumbre. Además, Su-san suena muy lindo, ¿no crees?

-¿Li-lindo?

-Sí. Pero lo cierto es que tu nombre también me gusta bastante, Berwald es un nombre muy apropiado para ti.

-¿Muy apropiado? ¿Por qué?

-Pues… porque suena muy varonil y…

-¿Y?

-N-nada, olvídalo.

-No, dímelo.

-Q-que no es nada.

-Tino. Si no me lo cuentas ahora, lo harás esta noche mientras te castigo.

-N-no, castigo no.

-Pues dímelo, ya sabes que a mí tampoco me gusta castigarte. Además, una esposa no debe tener secretos para su marido.

-Y dale… que no soy tu esposa.

-Da igual, habla.

-Pues… decía que Berwald suena muy varonil y… sexy…

-¿E-en serio?- preguntó el sueco algo sonrojado.

-S-sí…

-Nunca antes me habían dicho algo así… gracias…- dijo Berwald con una sonrisa en su rostro.

-¿Estás sonriendo? ¡Estás sonriendo! Nunca antes te había visto sonreír- dijo un feliz finlandés pegándose más al cuerpo de su “esposo”- tienes una sonrisa preciosa.

Ante esto, que el sueco interpretó como una insinuación, Berwald se acercó al oído de Tino y le susurró algo casi inaudible. Algo que tan solo ellos dos entendieron y oyeron. Algo que provocó un enorme sonrojo en el rostro del finlandés, pero también una pequeña sonrisa que no pasó desapercibida para su alto acompañante. ¿Por fin serían correspondidos los sentimientos de Berwald? ¿Por fin había logrado enamorar a Tino? ¿Por fin sería uno con él? Esas son unas respuestas que tan solo el tiempo conoce y que el sueco debería encontrar por sí mismo aquella noche.

-¿Ves? Te dije que sería divertido- dijo un chico rubio sentándose en una silla.

-¿Divertido? Feliks, ninguno de los dos sabe bailar y encima tú llevas un vestido. ¡No ha sido para nada divertido!- le dijo otro chico sentándose a su lado- y además Natalia me ha visto… ahora sí que no tengo ninguna posibilidad con ella.

-Nunca la has tenido.

-Cállate, todo es culpa tuya…

-T-Toris… no pensé que fuera a molestarte tanto… ¿tanto te gusta Natalia?

-Sí, ¿es que no lo entiendes?

-Claro que lo entiendo. Lo que pasa es que… que me da igual. Esa asquerosa bielorrusa no me gusta nada para ti.

-¿Qué? ¿Quién te ha dicho que puedes meterte en mi vida amorosa?

-Yo.

-¡Tú no cuentas! Además, ¿por qué no te gusta Natalia para mí?

-Porque no tiene un poni.

-Esa razón no es válida.

-Para mí sí.

Toris simplemente bufó. ¿Qué le pasaba a su amigo? Nunca sabía lo que estaba pensando, pero él, en cambio, siempre parecía conocer sus pensamientos. ¿Y por qué siempre era tan hostil cuando mencionaba a Natalia? ¿Y por qué tuvo que venir con vestido en vez de con traje como la gente medianamente normal? Vale, él no era normal para nada, pero…

-Deja de pensar tanto, no te hará bien.

-Cierra la boca, estoy enfadado contigo.

-¿Por qué? Yo solo he sido sincero.

-Pues no vuelvas a serlo.

-Eres un imbécil. Pero, ¿sabes qué? Kocham cie.

¿Había oído bien? ¿En serio Feliks había dicho eso? No se paró a pensarlo, simplemente fue tras él y lo agarró del brazo.

-¿Qué quieres ahora?- le preguntó molesto el polaco.

-¿De verdad has dicho lo que creo que has dicho?

-¿Kocham cie? Sí, lo he dicho. ¿Y qué?
 
 
-¿Y lo decías en serio?

-Sí.

El lituano no puedo evitar que el corazón se le encogiese al escuchar ese “sí” de los labios de su amigo y, como si fuera un acto reflejo, abrazó al rubio con fuerza.

-T-Toris…

-Feliks… sé que no lo merezco, pero… dame… dame una oportunidad. Enamórame.

El polaco únicamente sonrió ante aquello, su amigo podía llegar a ser muy dulce. Y justamente era esa faceta tierna y dulce la que había hecho que se enamorara de él. E iba a hacer todo lo posible para que ese sentimiento fuese mutuo.

-Doitsu, Doitsu. ¿Por qué no bailas conmigo?

-Porque no me apetece.

-Doitsu, Doitsu. ¿Por qué bebes tanta cerveza?

-Porque me gusta.

-Doitsu, Doit…

-¡Déjame en paz un rato!

-V-vale… pero no me grites, p-por favor…

-Oh, lo siento Feliciano. No quería asustarte.

-No pasa nada, ya estoy acostumbrado a que Doitsu me grite, aunque sigue sin gustarme que lo haga…

-¿Tanto te grito?

-Sí, como mínimo cinco veces al día.

-Vaya… sí que soy gritón.

-Un poco, pero no pasa nada. Yo te quiero como eres.

-Es un detalle por tu parte.

-Ja, ja. Para nada, por cierto, ¿te gustaría cenar conmigo en año nuevo?

-Claro, es mejor que aguantar al idiota de mi aniki.

-Bien, probaré una receta nueva de pasta.

El alemán siguió hablando sobre cualquier cosa con el italiano y, curiosamente, no tomó ni un trago más de su cerveza. ¿Estaría ya borracho? Para nada. ¿Y si estaba saciado? Eso nunca, siempre querría beber más y más cervezas. Entonces… ¿por qué dejó de beber para concentrarse en Feliciano? ¿Y si era eso? ¿Y si era por Feliciano? Después de todo, ese inútil italiano siempre hacía cualquier cosa por él, tal vez se le estuviese pegando algo de su comportamiento. O quizá estaba… ¿enamorándose? No, eso no era posible… ¿o sí?

-O-oye Feliciano, tú… ¿qué piensas sobre mí?

-¿Eh? ¿Por qué? ¿No te habrá dicho nada Kiku?

¿Kiku? ¿Qué tendría que decirlo el japonés que no supiera? ¿Acaso el italiano le ocultaba cosas al alemán?

-¿Me estás ocultando algo?

-¿Qué? N-no, para nada. ¿Qué te hace pensar eso, Lud?

-Tal vez que nunca me llamas por mi nombre, solo lo haces cuando estás muy nervioso.

-¡Q-qué va!

-Feliciano, ¿sabes que los mejores amigos no se guardan secretos?

-¿Ah-ah sí?

-Sí, y si lo haces significa que no somos mejores amigos.

-P-pero tú eres mi mejor amigo.

-Empiezo a dudarlo…

A Ludwig no le gustaba tener que recurrir a esos métodos, pero debía hacer hablar a Feliciano como fuera.

-Es que… si te lo cuento ya no seremos amigos nunca más…

-¿Y eso por qué?

-Porque… yo… ti amo

¿Qué? Espera. ¡¿QUÉ?! ¿Qué Feliciano estaba enamorado de él? No, no era cierto, era todo una broma. Seguro que Gilbert había obligado a Feliciano a decirle eso a Ludwig para ponerlo en una situación incómoda. Pero… ¿y si no era así? ¿Y si el pequeño italiano lo amase de verdad?

-¿L-lo dices en serio?

Feliciano asintió. No estaba feliz, estaba triste. Estaba llorando, tenía miedo de perder a su mejor amigo. Pero lo cierto es que no tenía por qué sentirse así. Aquella confesión había aclarado la confusión del alemán y se había dado cuenta de que amaba con toda su alma a aquel italiano tonto e inútil que siempre lo hacía enfadar, pero que también era su alegría.

Con algo de inseguridad, Ludwig tomó la mano de Feliciano con una mano y, con la otra, le acarició el rostro secándole las lágrimas.

-Yo también te quiero- le dijo con una pequeña sonrisa.

El italiano abrió sus ojos tanto como pudo, pero los cerró al sentir los labios de Ludwig sobre los suyos. Nunca antes se había sentido tan feliz. Estas eran las mejores Navidades de toda su vida.

-Sadiq, ¿has visto a Antonio?

-¿A Antonio? Se fue hace un rato con Lovino, ¿por?

-Laura me había pedido que le diera algo, pero no me acordé hasta ahora. ¿Por dónde se fueron?

-Por ahí- le respondió el turco señalándole la perta por donde la pareja salió anteriormente- por cierto, Elizabeta. Me debes un baile, por lo de la apuesta.

-¿En serio? ¿He ganado yo?

-Sí, puedes ir a ver si quieres.

-Casi que no, hasta las fujoshis nos traumatizamos.

-Como prefieras, espero que encuentres a Antonio.

-Y yo, hasta luego.

La húngara se despidió del turco con el que una vez peleó y salió a buscar al anfitrión de la fiesta. Caminó hasta llegar cerca de donde estaban Antonio y Lovino, pero al ver cómo estaban decidió esconderse tras un arbusto desde donde podía ver y oír perfectamente. Se asomó de nuevo para ver y sacó su cámara de fotos. Tenía que inmortalizar ese momento. Antonio estaba arrodillado frente a Lovino y sujetaba una pequeña cajita con algo brillante en su interior y el pequeño italiano parecía que estaba llorando, pues se tapaba el rostro para que su acompañante no viese aquellos relucientes fluidos que se escapaban de sus ojos.

-Lovino Vargas, sé que no soy el mejor jefe del mundo y que muchas veces no te hago el caso que te mereces, pero, ¿querrías casarte conmigo?

-Maldito bastardo… ¡pues claro que sí!

Elizabeta no podía creerlo. Lo estaba viendo, pero no se lo acababa de creer. Antonio y Lovino se iban a casar… era algo… increíble… nunca pensó que aquel italiano malhumorado fuera a decirle que sí al inconsciente español. Pero lo cierto es que se sentía realmente feliz por ellos, aunque no tanto por su amiga belga.

-Lo siento Laura, parece que tu deseo navideño no se va a cumplir- susurró para sí misma mientras abría una cajita roja que tenía un anillo de oro dentro- pero, eso ya lo sabías, ¿no, Laura?

-Sí- le respondió la belga, que estaba tras ella, llorando con una sonrisa- feliz Navidad, Elizabeta. ¿No crees que mi mejor regalo es que Antonio esté tan feliz? Después de todo, si él es feliz yo también lo seré.

-Sí… realmente lo creo porque yo también he recibido ese regalo… feliz Navidad, Laura.
 
 Nota: vale, vale. Soltad las pistolas y dejadme hablar. Sé que ha sido largo, malo y que ha terminado con un final triste; pero no me negaréis que al menos  os ha medio gustado, ¿eh? Ok, ya me callo, valoro mi vida. Aquí tenéis de cualquier modo aclaraciones de nombres y traducciones:
 
Feliciano: Italia // Kiku: Japón // Ludwig: Alemania // Vash: Suiza // Lili: Liechtenstein // Alfred: América // Arthur: Inglaterra // Iván: Rusia // Yao: China // Francis: Francia // Tino: Finlandia // Berwald: Suecia // Antonio: España // Lovino: Romano // Gilbert: Prusia // Matthew: Canadá // Heracles: Grecia // Roderich: Austria // Elizabeta: Hungría // Mathias: Dinamarca // Nobuya: Holanda // Laura: Bélgica // Emil: Islandia // Lukas: Noruega // Toris: Lituania //  Feliks: Polonia // Peter: Sealand // Sadiq: Turquía // Sofía: Ucrania // Natalia: Belarús o Bielorrusia
 
Eh bien, aujourd'hui, c'est une soirée spéciale: bueno, hoy es una noche especial (francés)
Tu es plein de surprises, petit prince: estás lleno de sorpresas, pequeño príncipe (francés)
Liten idiot: pequeño idiota (noruego)
I love you: te amo (inglés)
Kocham cie: te quiero (polaco)