domingo, 23 de noviembre de 2014

OTRA HISTORIA EXORCISTA

A ver, como por culpa de exámenes y trabajos no tengo tiempo para escribir nada, pensé en que quizás os interesaba mi primer fanfic escrito. Lo empecé a escribir hace unos cuatro años y, lamentablemente, no está terminado. Es un fanfic de D. Gray-Man, mi manga favorito. Me gustaría empezar aquí a publicar una 2ª edición de este e intentar terminarlo, aunque será difícil debido a que Katsura Hoshino (la mangaka) ha dejado de trabajar en él, pero me esforzaré mucho. Os dejo aquí, pues, la leyenda que da comienzo a la historia. Si os gusta escribiré el fanfic.

EXORCISTAS MÁXIMOS ESTARÁN AL MÁXIMO INOCÉNCICO PARA AL MAL DERROTAR. UNO DE ELLOS NO REGRESARÁ, Y UN NOÉ SERÁ, PERO... ¿QUIÉN EN REALIDAD? LA MÁS LINDA EXORCISTA, AL MÁXIMO SIEMPRE ESTARÁ, PUES ELLA ES LA ELEGIDA DIVINA, Y EL CONDE LA QUERRÁ.
LOS MALDITOS, TRAIDORES Y PARÁSITOS A SU DERECHA ESTÁN, PARA A DIOS DEMOSTRAR QUE LE AMAN DE VERDAD, Y AQUELLOS QUE SON EL RESTO, A SU IZQUIERDA SE ENCONTRARÁN, SIEMPRE COLOCADOS DE MENOS A MÁS.
PERO ASÍ NUNCA VALDRÁ, LO QUE NO SE PUEDE DESCIFRAR, LA CLAVE SERÁ.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Caramel. Capítulo 1

Nota: esta historia fue una locura que se me ocurrió leyendo Love Stage, así que si hay cosas que coinciden... es culpa de Izumi y su adorabilidad nubla mentes. Esta historia nos cuenta la historia que Haruka Miho, un chico de 16 años, cuya familia lo obliga a trabajar como idol bajo el nombre de Caramel porque tiene una voz y un cuerpo muy afeminado y adorable. Haruka, quien un día fue un alegre niño, es un chico al que marginan y humillan siempre que pueden porque es homosexual. Haruka solo tiene un deseo: que su madre vuelva y se lo lleve con ella; pero es posible que ese deseo cambie cuando conozca a Kyte Tsubaku, el actor y modelo del que está locamente enamorado, o quizá no.

CAPÍTULO 1. HARUKA

La bella mujer acarició los rubios cabellos del chico y le dio un beso en la frente.
-Adiós, mi niño...
-M-mamá... n-no te vayas...- dijo el chico entre lágrimas.
-Tengo que irme, mi bebé...
-Ll-llévame contigo e-entonces...
-No sabes cuánto me gustaría, pero no puedo...
-¿P-por qué?
-Son cosas de mayores, pero te prometo que pronto vendré a buscarte, ¿vale?- el chico asintió- pues hasta entonces, intenta aguantar... eres fuerte y sé que podrás.
La mujer le dio un último beso en la frente, lo abrazó y se marchó sin mirar atrás dejando a su querido hijo llorando.
-Adiós... mamá...

Dos años más tarde...

Un chico de complexión delgada, piel pálida, ojos verdes y dorada melena entra sigilosamente en su casa. Cierra la puerta y avanza con cuidado hasta su habitación, pero al entrar se encuentra con que su padre está dentro. Su padre, Makoto, era un hombre alto y fuerte de la que cualquier mujer se enamoraría al instante. Tenía un par de brillantes ojos negros, cabellos castaños y bigote. Pero a pesar de que parecía alguien increíble, era un hombre sucio y despreciable al que el joven chico temía.
-Haruka, ¿de dónde vienes tan tarde? Se supone que hoy no trabajabas.
-Y-ya lo sé, me castigaron...
-¿Qué te castigaron? ¿Qué coño hiciste?
-¡Nada! Un chico me pegó y yo se la devolví, pero como solo me castigaron a mí y me quejé, me aumentaron el tiempo de castigo.
-Que no vuelva a repetirse, ¿me has oído? Hoy pasa porque no trabajabas, pero que no vuelva a suceder.
-¿Y si me pegan o insultan qué hago? ¿Me dejo humillar?
-Sí- dijo yéndose de la habitación- o te dejas humillar por ellos o por mí, ¿entendido?
-S-sí.
-Muy bien- dijo cerrando la puerta al irse.
Haruka cayó al suelo dejando que las lágrimas fluyesen.
-Ya basta... por favor... ya basta...
El joven rubio se levantó del suelo y se quedó quieto un rato observando su cuarto. Las paredes azules y la ventana que quedaba en la pared que se encontraba frente a él, el escritorio de madera oscura a su izquierda junto a una estantería llena de libros y mangas, y la cama doble con sábanas aguamarina a su derecha entre un par de mesitas de noche. Se acercó a la mesita más cercana y miró la foto que estaba sobre ella. En la foto salía él de pequeño siendo abrazado por una bella mujer idéntica a él. Dejó de mirar la foto y abrió la puerta que tenía a un par de metros, que era la de su baño propio. El baño era azul cielo con el suelo blanco. Frente a él había una ducha que parecía ser bastante cara, a su izquierda estaba un lavabo con un espejo y, frente a este, el inodoro.
Lentamente se quitó el uniforme y se metió en la ducha. Abrió el chorro del agua caliente y cerró los ojos para sentir el agua.
-¿Por qué solo siento paz aquí, en la ducha? Siempre ha sido así... siempre... desde que era pequeño he preferido el agua... solo sintiéndola soy capaz de decir lo que siento...- cogió la esponja y empezó a enjabonarse mientras comenzaba una canción.


Se quitó el jabón del cuerpo y salió de la ducha tapándose con una toalla justo cuando su padre entraba como loco.
-¿Qué fue esa canción?
-U-una que se me ocurrió.
-¿La recuerdas? ¿La tienes escrita?
-L-la recuerdo, puedo escribirla antes de acostarme.
-Pues hazlo rápido, esa canción nos dará dinero.
-Que tú te gastarás- dijo el chico en un susurro.
-¿Qué has dicho niñato?- lo cogió del pelo- me lo gasto yo porque es mi dinero, ¿me entiendes?- asintió débilmente- mientras vivas bajo mi techo, tú dinero será mi dinero.
-V-vale- dijo Haruka conteniendo las lágrimas.
-Así me gusta- dijo soltándole tan bruscamente que le hizo caer al suelo- en cuanto te vistas, escribe la canción o te juro que te encierro aquí para que te mueras de hambre, ¿entendido?
-S-sí.
-Pues ponte a ello- dijo antes de salir.
-Ya basta...- susurró el chico rompiendo en llanto.
Tras llorar un rato, se levantó, se puso su pijama verde esmeralda y se sentó en su escritorio en su escritorio para escribir la canción. En menos de cinco minutos la terminó y salió de su habitación para dársela a su padre.
-Ya la he terminado- dijo abriendo la puerta del cuarto de su padre.
-Dámela- se la dio y esperó a que la leyera- vale, puede cenar.
Haruka se fue a la cocina sin mirar a su padre y se encontró allí a sus hermanos tomando unas cervezas. Haruka tenía dos hermanos mayores que eran gemelos, Asuna y Seiya. Asuna era una chica alta, de ojos negros y cabellos castaños con mechas pelirrojas; Seiya, por su parte, era igual pero en chico y sin mechas.
-¿Cuándo habéis llegado?
-Hace un par de minutos- contestó Asuna- tienes los ojos rojos, ¿has llorado?
-No es asunto tuyo- respondió Haruka abriendo la nevera y cogiendo cualquier cosa para comérsela.
-A mi no me hables así, eh.
-Yo te hablaré como me de la gana.
-Mira, no te doy una hostia porque tu linda carita es la que me da el dinero. Pero ten por seguro que si no, tendrías ya una cara nueva.
-Ya basta, ¿no crees?- dijo Seiya separándolos.
-Lo tratas demasiado bien.
-Es nuestro hermano, tenemos que llevarnos bien.
-Tsk, como se nota que no estás borracho.
Haruka los miró y volvió a su cuarto comiéndose una manzana. Cuando llegó a su destino, cerró la puerta y se apoyó en la ventana.
-Todos los días lo mismo... mi padre me maltrata, Asuna me insulta y Seiya se hace el buenazo... mamá... ¿por qué no vuelves? ¿Por qué no me llevaste contigo? ¿Por qué? ¿Por qué?
Cuando se acabó la manzana, tiró los restos a la papelera, se metió en la cama, se puso los cascos y se durmió entre notas y lágrimas como todas la noches.
Haruka despertó a la mañana siguiente hacia las siete de la mañana al sentir los rayos del sol en su cara. Pesadamente se quitó los cascos y se vistió con el uniforme escolar. El uniforme consistía en una camisa blanca, una corbata azul, una chaqueta azul marino, unos pantalones azul marino y unos zapatos negros. Preparó su mochila sin prisa y fue con cuidado hasta la cocina, donde se sirvió una tostada y un café con tres terrones de azúcar. Al terminar, lo lavó y colocó todo y se marchó de la casa sin hacer ruido.
Caminaba hacia el instituto mientras leía Love Stage, un manga que lo atrapaba cada vez que lo leía. De pronto, empezó a escuchar una melodía que conocía muy bien. Buscó su procedencia y vio que venía del móvil de una chica que caminaba no muy lejos de él junto a otras dos chicas.
-¿Qué canción es esa?- preguntó una de ellas.
-¿Qué? ¿No la conoces? Pero si es Love Is War, de Caramel- dijo otra de ellas.
-¿Caramel? Lo cierto es que nunca la he escuchado.
-Pues ya estás tardando. Caramel es la mejor idol del país- dijo la chica del móvil.
-¿Ah sí? Pues a mí las que más me gustan son Neko-chan & Mimi-chan.
-¿Neko-chan & Mimi-chan? Son muy buenas, pero Caramel tiene mucho más talento.
Cómo no, Caramel. Caramel aparecía hasta en la sopa, y ya se estaba hartando de ella. Desde que Caramel apareció, fue como si Haruka dejara de existir. Menos en el instituto, claro, ahí siempre había un hueco para darse cuenta de su existencia y humillarlo simplemente porque era homosexual... ¿Acaso era su problema el que le gustaran los hombres? ¿Acaso les molestaba? No, claro que no, pero como es diferente hay que insultarlo. Haruka ya estaba harto de todo...
Alzó la mirada al cielo y lo admiró. Estaba tan azul como siempre, casi parecía que se estaba riendo de él. Ese cielo azul que transmitía tanta paz... a veces detestaba ese cielo por jugar con sus emociones y hacerle creer que todo iba bien, que su madre volvería en cualquier momento para salvarlo... cuantas veces se había creído las mentiras de ese cielo que lo miraba e hipnotizaba y, como de costumbre, dejó escapar una lágrima mientras fantaseaba con volar por el cielo que una vez amó tanto, pero que ahora odiaba.
Caminó y caminó hasta llegar a su destino, cuando ya se encontraba allí guardó su manga y emprendió el viaje hasta su clase ignorando insultos. Cuando llegó a su clase, se sentó en su pupitre, al lado de la ventana en la última fila. Le gustaba ese sitio. Se sentía como un personaje de anime ahí sentado, alejado de cualquier compañero molesto. Lo único malo de su sitio era que, como el tutor tuvo la brillante idea de sentarlos por parejas, él estaba sentado siempre junto a una mesa vacía que, por lo que pudo escuchar esa mañana, sería ocupada la semana siguiente por un estudiante nuevo que, según los rumores, era repetidor. Decidió no darle más vueltas al asunto en cuanto el profesor de turno entró en el aula, a primera hora tenía Lengua y Literatura. No le gustaba mucho esa clase, ni ninguna otra la verdad sea dicha, pero al menos en esa hora podía hacer lo que le diera la gana y el profesor no le diría nada porque pensaría que estaba tomando apuntes o algo así.
Las tres primeras horas pasaron lenta y tortuosamente para Haruka que, nada más escuchar el timbre que anunciaba el recreo, salió del aula y se dirigió con paso rápido hasta un árbol de cerezo, que se encontraba  bastante alejado del resto de los lugares del instituto, y se sentó bajo la sombra de este.
-Por fin puedo alejarme de esos idiotas...- lentamente se apoyó en el árbol y soltó un suspiro mientras se acariciaba la tripa- esto de no poder engordar es una mierda... me gustaría volver a comer comida basura y chocolate...
-¿Qué murmuras Miho?
Haruka alzó su mirada y se encontró con tres chicos que parecían ser mayores que él.
-No me gusta que me llamen Miho.
-Pues te llamamos por tu nombre.
-Simplemente no me habléis.
-Vaya, la mariquita se va a enfadar.
Haruka se levantó con intención de irse, pero dos de los chicos lo agarraron por los brazos y se los ataron con una corbata para luego amordazarlo con un pañuelo.
-Así estás mucho mejor- dijo el que parecía ser el líder sujetando al chico por el mentón- ¿qué tal si le damos una pequeña lección, chicos?
-buena idea, jefe. Pero creo que los baños son un lugar más... íntimo, ¿no crees?
-Buena idea, tío- dijo el líder cargándose a Haruka al hombreo, que intentaba escaparse por todos los medios sin lograrlo. Al final fue llevado a los baños sin poder evitarlo y lo sentaron en uno de los retretes mientras era sujetado por los dos idiotas que lo habían atado- ¿qué podría hacerte yo? ¿Pegarte? ¿Quemarte? ¿Cortarte? estoy seguro de que ya te han hecho todo eso, pero me pregunto si te lo han hecho todo junto- el líder sacó un cigarrillo y un mechero, encendió el cigarro y se lo hundió con fuerza en el brazo que los chicos habían dejado al descubierto- ¿te ha dolido?- encendió otro cigarrillo y se lo hundió en el otro brazo- ha, ha, ha; muy bien- tiró el cigarro al suelo y comenzó a abofetear con fuerza a Haruka para luego empezar a darle puñetazos en su estómago- ¡qué divertido! ¿No crees Miho?- sacó su navaja, pero justo antes de que pudiera hacer nada, entraron un par de profesores que los echaron de allí y liberaron a Haruka.
-¿Estás bien Miho?- le preguntó el profesor al que pudo reconocer como su profesor de Historia- Migo...- lo llamó al ver que no contestaba, iba a hablar de nuevo cuando Haruka se desmayó.

Nota: bueno, por faltas de tiempo, parto el que iba a ser el capítulo 1 a la mitad. Espero que os haya gustado el primer capítulo y, a ser posible, que os haya hecho llorar con la triste y dura vida que lleva el pobre Haruka. Y, por último, decirle a mi queridísima seme Elena que cuando le pedí que me dijera un color y ella dijo verde, simplemente era para el pijama xD. Para cualquier cosa, tenéis los comentarios a vuestra total disposición. No os olvidéis de enseñarle mi blog a mucha gente para que mis historias puedan llegar a mucha más gente.

Cinderella

domingo, 9 de noviembre de 2014

Go to sleep

Nota: esta mini-historia es un pequeño relato que escribí para un concurso literario de Halloween que organizó el departamento de Francés de mi instituto, pero tranquilos, os traigo la versión en español. Debo admitir que esto del terror no se me da muy bien, pero me esforcé y creo que me quedó bastante bien.

Enciendo las luces rápidamente. Es la tercera vez que oigo ruidos de pasos por la casa y empiezo a asustarme de verdad. Se supone que estaría sola en casa todo el fin de semana porque mis padres están en casa de mis abuelos. Miro a mi alrededor y vuelvo a apagarlas luces. Me quedo dormida y una extraña música me despierta de golpe.

Jeff The Killer is coming soon~

Enciendo las luces de nuevo y la música cesa. Me levanto y me quedo atónita. La puerta de mi habitación está abierta de par en par, aún cuando la cerré para irme a dormir. ¿Cómo debo reaccionar ante esto? Definitivamente no estoy sola en la casa, y eso me aterra. Me acerco a la puerta y me asomo al pasillo.
-¿Ha-hay alguien?- pregunto con voz temblorosa.
De nuevo suena la misma música.

Jeff The Killer is here with you~

Me quedo paralizada. ¿De dónde viene esa música? ¿Quién  es ese tal Jeff? ¿De verdad está en mi casa? ¿Por qué? No entiendo nada...
Como si fuera un acto reflejo, enciendo las luces del pasillo y avanzo por él. Camino lentamente, pero me paro inmediatamente al ver abierta la puerta del baño.
-¿Je-Jeff? ¿Estás ahí Jeff?

Jeff The Killer is behind you~

Otra vez esa música. Me giro de inmediato, pero no hay nadie detrás de mi. Escucho es sonido de una puerta abriéndose muy lentamente, provocando un chirriante y agobiante ruido.
-¡¿A qué estás jugando?!- grito desesperada- ¡si es una broma, no tiene gracia!
Nada más dejo de hablar, todas las luces de la casa se apagan de golpe y una maliciosa y aguda risa se oye a lo lejos. Me quedo petrificada ante aquel sonido.
-¿Je-Jeff?

Jeff The Killer... rgs... brs... trz...~

La extraña música cesa haciendo terroríficos sonidos. Cierro los ojos e intento convencerme a mi misma de que todo es un mal sueño, y que cuando los abra despertaré en mi cama, pero... al abrir los ojos veo frente a mi una extraña figura que apenas logro vislumbrar. Dos penetrantes ojos azules que parecen verme el alma, una aterradora sonrisa y el destello de un afilado cuchillo que sostiene entre sus manos. Miro horrorizada al chico y rápidamente empiezo a correr para dejarlo atrás.

Do not run, oh dear princess~

Escucho esa extraña música de nuevo y me aterro más que nunca sin dejar de correr. Me choco contra alguien y caigo al suelo.
-Go... to... sleep...
Alzo mi mirada y...

Cinderella

Andrómeda

Nota: esta pequeña historia es un trabajo que tuve que hacer para Literatura Universal y que pensé que igual os gustaba leer.


Cerré los ojos por un instante y volví a ver aquella imagen, aquel recuerdo tan lejano y doloroso. La recordé a ella una vez más, al único ser que realmente me importaba. Lo recordé a él, a mi odioso hermano mayor que la arrebató de mi lado. Recordé aquel olor a sangre. Recordé el dolor y sentí ganas de llorar una vez más.

-Señor Hades…

Miré a la persona que me había llamado, que no era otra que Pandora.

-¿Qué quieres Pandora?

-Su sobrino Hermes solicita verle.

-¿Hermes? Debe ser importante… hazle pasar- Pandora asintió y se retiró, poco después entró Hermes- ¿qué demonios pasa Hermes?

-Yo también me alegro de verte, tío- dijo con sarcasmo.

-Habla ya o lárgate.

-Vale, vale. Atenea me pidió que te entregara esto- Hermes me entregó una carta- bueno, yo ya he cumplido- dijo marchándose.

Abrí la carta y la leí.

“Hades,

sé que no me soportas, así que tuve que depender de Hermes para poder hacerte llegar este mensaje. Estoy más que segura de que no te has olvidado de Perséfone. Tengo una noticia importante relacionada con ella, acude al Santuario nada más leer esto, te lo ruego.

Atentamente,

tu sobrina Atenea.”

Me costó un poco reaccionar. ¿Qué tendría que decirme esa mocosa sobre Perséfone? Rápidamente hice llamar a mis tres jueces, que en poco tiempo se hallaron frente a mí.

-¿Por qué nos ha hecho llamar a los tres, señor Hades?- me preguntó Radamanthis, el más fuerte y confiable de mis jueces.

-Voy a subir a la tierra, Atenea me ha mandado un mensaje solicitando mi presencia. Minos, Aiacos; vosotros dos me acompañaréis. Radamanthis, tú te quedarás al cargo del Inframundo.

-Puede confiar en mí.

-Eso espero. Pero como cuando vuelva esté algo fuera de su sitio, te arrojaré al Cocito. Quedas avisado, ¿entendido?- Radamanthis tragó saliva y asintió- muy bien, ¡nos vamos!

Abrí un portal y entré a él junto a mis dos jueces. En un abrir y cerrar de ojos nos habíamos transportado al Santuario, aquel al que los mortales denominaban “Acrópolis”. Nada más pisar el suelo, apareció Atenea para recibirme.

-Hades… me alegro de verte…

-Déjate de rodeos, niña. Dime cuál es esa noticia tan importante sobre Perséfone.

-Sígueme- Atenea comenzó a caminar y yo la seguí sin entender muy bien lo que pasaba- mira ese templo- me dijo cuando nos paramos- es un templo hecho en honor a Poseidón.

-¿A Poseidón? ¿Aquí?- ella solo asintió con la cabeza- ¿y qué tiene eso que ver con Perséfone?

-Hace poco una joven chica se convirtió en una de las sacerdotisas de ese templo. Parece ser que perdió la memoria, y en el pueblo que se encuentra cerca de aquí aseguran que es huérfana.

-¿Y qué me quieres decir con eso?

-¡Por dios Hades! Esa chica no perdió la memoria, Anfítrite se la borró- Atenea calló, pero al ver que yo no comprendía lo que me intentaba decir, habló de nuevo- es la reencarnación Perséfone…

-¿E-en serio? ¿Por qué no has empezado por ahí?

-No lo sé, ¿vale? Pero aún así, no ha recuperado su memoria original. Es posible que Anfítrite la esté bloqueando de algún modo.

-¿Podría ayudarnos Hécate?

-No creo. Lo más probable es que solo tú puedas hacer que ese bloqueo desaparezca, y así despertar a la que un día fue tu consorte- Atenea me señaló a una muchacha de castaños cabellos y añiles ojos que salía del templo de Poseidón- aquella es, Andrómeda la llaman.

-Sin duda ese nombre no es el suyo auténtico. Seguro que Poseidón se lo ha puesto para burlarse de mí, aunque no puedo negar que guarda un cierto parecido con aquella doncella.

-¿No lo guardaba también Perséfone?

-Un poco, pero Perséfone era mil veces más hermosa que ella.

-Ve a por ella, Hades. Recuerda, al César lo del César.

-Cierto. Minos, Aiacos; esperad aquí- bajé hasta el templo y me posicioné tras la muchacha- buenos días, doncella.

-Oh- se giró sorprendida- buenos días, ¿viene a honrar a Poseidón?

-No, vengo a verte ti.

-¿A mí? ¿Tengo algo de especial?

-Mucho, más de lo que tú te crees. Pero hay algo que me gustaría saber, ¿por qué eres una sacerdotisa de Poseidón?

-Yo… realmente no lo sé…

-¿Y por qué lo honras sin saber?

-N-no lo sé…

-¿Sabes acaso quién eres?

La muchacha me miró con cara de sorpresa y miedo. Iba a contestarme algo, pero una mujer de azules cabellos y ojos del mismo color habló por ella.

-Eso no te incumbe.

-Anfítrite… a mi me tratas con respeto, que soy el dios de los muertos mientras que tú no eres más que una diosa degradada a ser el consorte de un traidor.

-¿Llamas traidor a tu propio hermano? ¿Acaso quieres que la ira del mar caiga sobre ti?

-No me asustan tus amenazas, sois Poseidón y tú quienes debéis temer mi ira.

-¡No me tientes Hades!- clamó una voz.

-No te temo, Poseidón. Dame lo que es mío y me marcharé.

-No estás en el Inframundo, hermano mío. ¿Crees que puedes asustarme lanzando amenazas en vano?- dijo Poseidón mostrándose.

-No serán en vano cuando tu esposa perezca en mi reino.

-¿Piensas de veras que puedes…- Anfítrite calló al sentir dos gélidas cuchillas en su cuello.

-Habla y morirás- dijo con voz fría Aiacos.

-Maldito…- masculló Poseidón- ¿haces todo esto por una mujer?

-Por mi mujer morirá la tuya, es un precio justo.

-¿Tanto la amas? Pues que sepas que el amor será tu perdición. Yo soy hombre de muchas mujeres, mas tú decidiste entregarte solo a una… mata, si lo deseas, a Anfítrite; pero entonces Perséfone nunca volverá…

-No dejaré que la toques- dije cogiendo a la muchacha como lo hice tantos siglos atrás al raptarla- estate quieta, ¿vale?

-¿Quién demonios sois?- me preguntó asustada.

-Pronto lo recordarás- abrí un portal, y antes de entrar, dije una última cosa- Poseidón, tú lo dijiste, “mata, si lo deseas, a Anfítrite”. Minos, Aiacos; matadla- crucé el portal y aparecí de nuevo en mi reino.

-¿So-sois Hades?- me preguntó la muchacha, que aún se hallaba entre mis brazos.

-Así es.

-¿Sabéis quién soy?

-Por supuesto, ¿quieres recordarlo todo?

-¿Todo?

-Sí… quién eres, de dónde vienes… absolutamente todo.

-¿Puedo pediros algo?

-Lo que quieras.

-Perdone a Anfítrite. Ella tan solo obedecía órdenes de Poseidón, en realidad es muy buena y gentil.

-¿Cómo lo sabes?

-No sé… tan solo… lo creo así.

-Pues si ese es tu deseo, lo cumpliré. Ahora, cierra los ojos.

La joven cerró los ojos y, afianzando el abrazo que ejercía sobre ella, junté mis labios con los suyos. Rodeó mi cuello con sus brazos y respondió al beso con amor y pasión. Lentamente, nos fuimos separando y vi cómo sus cabellos se tornaban negros como el carbón.

-Perséfone…

-Oh, Hades… mi amado Hades…

Nos fundimos de nuevo en un cálido beso que hizo que incluso yo, el dios de los muertos, sintiera vida en mi interior. Esta vez no iba a dejarla ir. Estaríamos juntos toda la eternidad. Ni humanos ni dioses podrían separarnos esta vez. Ella era solo mía y yo era solo suyo, y así sería hasta el fin de los tiempos.

Para siempre…
 
Cinderella