domingo, 26 de abril de 2015

El veneno de las rosas

Nota: hace poco (el jueves) me vi Saint Seiya The Lost Canvas de una vez y me enamoré de uno de los caballeros dorados, así que le hice un pequeño homenaje a este gran caballero que ha hecho que esté orgullosa de mi nombre. Espero que os guste y no me matéis cuando os diga que Caramel se retrasará por falta de inspiración y tiempo (esto es principalmente porque mi onee me ha dejado el primer libro de Cazadores de Sombras y claro... Está muy bien).

Siento el dolor en todo mi cuerpo. Cada una de mis articulaciones está siendo destrozada sin piedad. Mi rostro, al que mi enemigo denomina hermoso, lucha por mantener la orgullosa sonrisa y no ser desfigurado de una vez por todas. Y entonces, cuando mi enemigo me cree derrotado, mis labios se mueven involuntariamente. "Rostro, brazos, piernas... Rompe lo que quieras, pero no romperás mi espíritu" son las palabras que dejo escapar de mi boca con una voz completamente firme y decidida. No pienso rendirme. El combate continúa, mi feroz enemigo es temible, digno de mí. Pero quizá me confié demasiado, quizá no di todo lo que tenía, quizá me distraje por un instante; ahora mismo solo sé que me encuentro tirado en el suelo, con un gran dolor en mi cuerpo y mi orgullo, sobre un charco de sangre. Mi propia sangre. Me rindo. Sin embargo, percibo un estruendo proveniente del pueblo y el terror me invade. Debo proteger a aquella gente, lo prometí. Debo proteger a Agatha, lo juré. Me levanto con dolor y le pido a mi diosa que no me abandone en ningún momento. No sé cómo aparezco de pronto frente a mi rival una vez más, pero no me importa. Lo único importante es proteger a Agatha y acabar con él, con Minos. Coloco mi rosa entre mis labios y lo miro, me había subestimado. La batalla es rápida y certera. Yo acabo con él y él acaba conmigo, un precio justo. Lo veo caer ante mí antes de caer yo también, la pelea ha sido mía. Le doy gracias a Atenea, mi diosa, por no abandonarme ni un instante. Y muero. Muero con una sonrisa. No me he resignado, tan solo he aceptado el precio de mis acciones. No tengo nada de lo que arrepentirme. ¿Acaso no es eso motivo suficiente para morir sonriendo? "Mi vida ha sido como estas rosas, que son venenosas pero que son las rosas más hermosas del universo. Son... Mi vida, las llevaré dentro de mi corazón".
Despierto en un lugar extraño, no, más bien hermoso. Un jardín inmenso lleno de rosas y un infinito cielo azul brillante adornado con blancas nubes. Tan solo hermoso podría describirlo, e incluso se queda corto. Me siento ligero, no porto mi armadura, si no ropas normales. Pienso en levantarme, mas me encuentro tan cómodo tumbado que me falta tiempo para hacer la idea a un lado. Cierro los ojos. Me siento diferente. ¿Tal vez es porque estoy muerto? ¿Pero entonces qué hago allí? ¿Serán los Campos Elíseos este lugar? Prefiero no darle importancia y continuar relajándome. No sé cómo explicarlo, mi sangre ya no es la misma, la noto más... Pura, como si volviese a ser sangre corriente y no sangre bañada con el veneno de las rosas. Debe ser eso. Aunque suena extraño, un muerto con sangre en las venas. Abro los ojos. El claro azul del cielo y el oscuro azul de mis ojos combaten en silencio, se examinan mutuamente para terminar con la belleza del otro. Esbozo una sonrisa. Por primera vez en toda mi vida he pensado que soy hermoso. Veo cómo empiezan a caer pétalos de rosas rojas y atrapo uno de ellos con mis dedos. Lo huelo, veneno. Las rosas arrancadas por Minos. Ya es el momento de partir, me pongo en pie y miro hacia delante, preparado para el infierno que me esté esperando. Los pétalos se reúnen frente a mí, girando como un torbellino y creando una figura humana, una figura femenina que me tiende su mano. La observo una vez más antes de aceptar su mano. Es realmente preciosa, sin embargo, se vuelve aún más bella cuando se transforma en una humana verdadera. Pero no en cualquier humana, se convierte en ella. Intercambiamos miradas. Sonríe. Sonrío. Y me dejo guiar por ella, por mi ángel de la guarda. ¿Quién podría preocuparse? Allá a donde me lleve mi ángel será el sitio que merezco, no hay necesidad de pensar, solo tengo que dejarme llevar y disfrutar del tacto de su piel, un tacto que creí que jamás experimentaría. Ahora sí que puedo despedirme de todo feliz y en paz. Ahora ya puedo ser una rosa sin espinas, sin veneno. Ahora puedo ser hermoso de verdad. Ahora... ¿Qué más da lo que venga ahora? Prefiero disfrutar de este momento mientras dure. ¿Quién me iba a decir que llevar en mi sangre el veneno de las rosas me daría unos últimos momentos tan bellos?

jueves, 16 de abril de 2015

Los Caballeros de Gilbird. Capítulo 1

Nota: la saga de las Hetaparodias comienza con una parodia de Saint Seiya (Los Caballeros de Zodiaco), espero que disfrutéis esta enorme y asombrosa gilipollez.

La leyenda nos cuenta que los caballeros siempre aparecen cuando las fuerzas del mal intentan apoderarse del mundo.
Hace mucho tiempo existió un grupo de jóvenes que protegían a Gilbird, el pollito más asombroso del mundo. Eran llamados "Caballeros de Gilbird" y siempre combatían sin armas. Se dice que con un puletazo eran capaces de desgarrar el cielo y que de una sola patada abrían grietas en la tierra. Hoy, de nuevo, un grupo de caballeros con el mismo poder e idéntico valor ha llegado a la Tierra...

Capítulo 1. Una nueva leyenda

-De todos los aspirantes, tan solo vosotros dos habéis sido capaces de llegar hasta aquí. Ahora, ambos os enfrentaréis...
-¡Que te den! ¡La armadura será mía!
-Nunca has logrado vencerme en un combate, ¿por qué crees que será diferente esta vez?
-Obvio, porque soy el asombroso protagonista, kesesesese.
-¿Protagonista de qué? Si no eres más que un fantasma.
-¿Qué dices? ¡Te vas a enterar!- gritó el "asombroso protagonista" lanzándose contra el otro.
-¡Usa la sartén! ¡La sartén!- gritaba una chica desde las gradas.
-¡Que no se pueden usar armas, obaka-san!
-Ay, cierto... ¡No uses la sartén! ¡No la uses!
-¡Ya basta!- chilló el patriarca, más conocido como el hombre que fue interrumpido anteriormente- la armadura será para Gilbert, que para algo es el protagonista.
-Kesesesese, ¡lo sabía!- gritó el prusiano mientras se burlaba del otro- será mejor que me presente, yo soy... ¡Gilbert de Pegaso!
~Ese mismo día por la noche~
-Soy el más asombroso, te dije que lo conseguiría, ¿eh bocchan?- le decía Gilbert a un chico con gafas que estaba tocando el piano.
-¿Qué haces todavía aquí? Llevas años viviendo de gorra en mi casa, lárgate ya al lugar de donde viniste.
-Hombre, soy asombroso pero no puedo viajar en el tiempo para regresar al vientre de mi madre.
-Me refiero a la casa de ese dios pollo tuyo, obaka-san.
-Un respeto, no olvides que tú también eres un caballero, Roderich de Águila.
-Márchate antes de que llame a Elizabeta.
-Ugh, olvidaba que esa marimacho y tú sois pareja.
-N-No somos pareja, y ahora fuera de mi vista. Quiero tocar el piano a solas.
-Como quieras- dijo Gilbert saliendo por la puerta- hasta nunca, bocchan.
Roderich no se despidió y comenzó a tocar una suave melodía en el piano que transmitía una inmensa felicidad, pero algo interrumpió su canción: una chica había entrado a la casa atravesando una ventana, con cristal y todo.
-¡¿Podré tocar en paz alguna vez?!
-¿Dónde está?
-¿Dónde está quién?
-Gilbert, obviamente.
-Se ha ido.
-¿Cómo que se ha ido? ¿A dónde? ¿Cuándo volverá?
-A su casa. No volverá jamás, y gracias a Dios.
-Oh, no... ¿Y qué voy a hacer yo con el juego de sartenes nuevo que me compré por HeBay*?
-¿Qué tal cocinar?
-No, eso es demasiado normal. Iré tras él y le estamparé esta sartén en la cabeza. Si no lo hago, no seré digna de llamarme Elizabeta de Ofiuco.
-Estás loca. Todos estáis locos. Haz lo que quieras, pero hazlo ya.
-Regresaré pronto, Roderich-san- se despidió la chica saliendo por otra ventana.
-Será marimacho, ¿las puertas están de adorno o qué? No, si cuando el idiota ese tiene razón, la tiene.
Mientras tanto, Gilbert caminaba en la noche absorto en sus pensamientos, ignorando que iban tras él.
-Oresama saikou, saikoyou...
-¡Deja de canturrear esa estúpida canción!
-¿Estúpida? ¿Qué puede ser si no asombrosa una canción que habla sobre mí?
-Menos asombrosa, cualquier cosa.
-Vaya, cuanto amor me tiene, Elizabeta.
-Ni te lo imaginas... Ahora calla y deja que te estampe esta sartén en la cabeza.
-¿Pero estás loca? ¡Aparta esa mierda de mi asombroso cráneo!
-Venga, solo un golpecito.
-¡Aléjate de mí, chiflada!
-Di lo que quieras, no me detendré hasta haberte reventado la cabeza y lo poco que ella halla- dijo la húngara abalanzándose sobre él.
-Tú lo has querido, ¡armadura de Pegaso!- gritó Gilbert y, de quién sabe dónde, apareció una luz que cuando se apagó dejó ver cómo el chico vestía la mítica armadura de Pegaso- ¡dame tu fuerza Pegaso! ¡Patatas de Pegaso!
Los golpes fueron certeros, el joven caballero no falló ni uno solo. Al menos, su rival podría preparar una buena ración de patatas fritas, aunque ya se las había comido todas crudas. Y entonces, Gilbert salió corriendo dejando a su enemiga bajo una montaña de patatas para regresar a... A ese sitio al que debía regresar según el argumento de esta cosa. Se sentía más asombroso que de costumbre gracias a aquella pelea, aunque él todavía no sabía que su asombrosa aventura llena de asombrosas aventuras acababa de empezar...

*hetacopia de eBay

jueves, 2 de abril de 2015

OTRA HISTORIA EXORCISTA. CAPÍTULO 1

Un exorcista es alguien que está tocado por la divinidad. Todos y cada uno de ellos existen para desterrar a los seres maléficos que surgen de entre las tinieblas.
A finales de un siglo XIX imaginario, en la niebla, una inusual figura se adentra en los inhóspitos terrenos regidos por la Sombra. Nadie sabe quién es, nadie sabe de dónde viene, nadie sabe qué busca. La figura se detiene por un momento, en mitad de la noche, en mitad de la tormenta. El viento mueve sus cabellos, el agua empapa su cuerpo, la noche oculta su mirada y un relámpago la hace revivir. Una luz, tan solo una luz basta para que la luna admire su fino rostro de princesa. Princesa sin trono. Princesa sin joyas. Princesa sin palacio. Ella es, simplemente, una princesa de la calle, de la noche, de la Sombra. Su belleza es distinta a la de cualquier otro ser humano, pues posee la belleza divina digna de un ángel. Un ángel que se ha hecho fuerte sin querer serlo. Un ángel al que le han arrancado las alas y que no derramó ni una sola lágrima de dolor. Un ángel criado en los infiernos, mas destinado a perecer en los cielos. Un ángel que ya... no siente nada más que rabia.
La muchacha retoma su rumbo, sin embargo, ahora no es la oscuridad su acompañante, sino la hermosa y radiante luz de la luna, que ansía poder observar el rostro de la chica eternamente. Lentamente, la feroz tormenta amaina y el viento, ahora suave y delicioso como una brisa veraniega, regresa para juguetear de nuevo con los cabellos que la princesa intentaba domar dejándolos recogidos en una cola de caballo. Anaranjados, suaves, juguetones, rebeldes; contrastando con sus morados ojos llenos de rabia, dolor y miedo, ocultando un pasado que quiere olvidar pero que, por su propio bien, recuerda cada día de su vida. Su piel, casi transparente como la de un fantasma, marcada con cicatrices para que se acuerde de que no es un espectro y que puede ser dañada; una marca bajo su ojo izquierdo, otra escondida bajo su ropa y la tercera colgada al cuello en forma de medallón; un medallón de oro con la cruz templaria que, un día, perteneció a su difunta madre. Sus ropas poco habituales y ajustadas al cuerpo. Una especie de camiseta azul claro de manga francesa y sin hombros que muestra el ombligo de la joven y que permite la visión de dos finos tirantes negros, unos pantalones negros totalmente pegados al cuerpo y unas botas azules que, a pesar de ser capaces de llegar hasta la rodilla, permanecen holgadas y caídas permitiéndole a la joven chica una mayor movilidad.
-Madre, es hora de que cumpla la promesa... Conde, es el momento de que empiece el principio del fin...
Suaves palabras pronunciadas con delicadeza que los rosados labios de la princesa dejan escapar mientras admira la luna y su eterno brillo blanco, puro como la Inocencia.
-Debo apresurarme. Si no llego pronto, él me encontrará.
La chica comienza a correr y en pocos minutos alcanza un edificio, alto como la Torre de Babel y negro como el alma de Luzbel.
-¡Abrid! ¡Abridme si en verdad sois guerreros de Dios!
-¿Se puede saber quién eres y qué haces aquí a estas horas?- le pregunta una voz masculina.
-¡Eso no importa! ¡Abridme!
-A ver, entiende que no puedo permitirle el paso a una completa desconocida. Necesito que me digas quién eres y qué has venido a hacer aquí.
-¡Minucias! ¡Abridme si me encuentro en la Sombra!
-Así que conoces el nombre de la Congregación... ¿se puede saber quién eres?
-¡Mira que eres persistente! ¡Soy la dueña de Muteki!
-¿Te refieres al arco? ¿A la inocencia?
-¡Así es! ¡Vengo por pedido de Komui Lee! ¡Abridme de una vez!
No hay respuesta humana, sin embargo, la puerta se abre para la joven, que entra rápidamente en el edificio.
-Vaya, buenas noches señorita, ¿me puedes dar ya tus datos?- le pregunta un hombre en cuanto entra.
-¿Eres tú el de antes?
-Así es, soy el subjefe Reever. Un placer conocerte.
-Yo... soy Marine.
-¿Ves cómo no era tan difícil? Pero tendrás apellido, digo yo. ¿Te importaría mucho decírmelo antes de ir a ver al jefe Komui?
-Llévame con él y te lo diré.
-Está bien, que testaruda eres. Ven, es por aquí- Reever empieza a caminar junto a la princesita hasta que llegan a cierta puerta- es aquí.
-Kanda... soy Marine Kanda...- dice entrando por la puerta y dejando al subjefe atontado por su respuesta- Komui.
-Buenas noches, no te esperaba hoy.
-Tuve un mal presentimiento y decidí adelantar el evento.
-Bueno, lo importante es que estás sana y salva. ¿Te encontraste con algún peligro durante el camino?
-No, y eso me inquieta. No hace falta que te diga que el Conde se está moviendo.
-Quizás ahora mismo tiene otro objetivo, uno que tal vez le ayude a llegar a ti.
-¿Y cuál crees que es?
-Quién sabe. Pero cambiando de tema, ¿cómo estás tú?
-¿A qué te refieres?
-Bueno, algo debes de sentir. Después de todo, estás finalmente aquí.
-No me siento de ninguna manera, simplemente... estoy aquí.
-Tan fría como siempre... pero tengo una sorpresa que te hará sonreír.
-Hace mucho que no sonrío, ¿qué puedes hacer tú para que lo haga?
-¿Qué tal esto? ¡Adelante!
La puerta se abre lentamente y un chico de rasgos asiáticos y cabellos azules entra en el cuarto.
-Dios mío... ¿eres Yuu? ¿De veras eres Yuu?
-Por todos los demonios, ¿qué haces aquí? Komui, ¿qué hace ella aquí?
-¿Acaso no te alegras de verla?
-Por supuesto que me alegro, pero es peligroso que ella esté aquí. Si el Conde la descubre...
-No lo hará, aquí nadie sabe quién es ella en realidad.
-¿Entonces qué... qué nombre ha dado?
-Marine Kanda, n-nii.
-No me llames nii, que da mal rollo que lo hagas.
-Entonces Yuu, ¿puedo llamarte así?
Kanda se muerde el labio inferior y abraza a la princesa con todas sus fuerzas mientras unas lágrimas rebeldes se escapan de sus ojos.
-Tú puedes llamarme como quieras. Solo... no te alejes de mí... ni dejes que yo lo haga...
La chica, imitando al apuesto japonés, lo abraza y deja que sus lágrimas fluyan por su rostro libremente.
-Yuu... Yuu... Te he echado tanto de menos...
-Tres años... Tres malditos años...
-Creí que no volvería a verte... Pensaba que habías desaparecido para siempre de mi vida... Como pasa siempre...
-Yo jamás me alejaré de ti... Te lo prometo...
-¡Oh! ¡Qué bonito es el amor!- dice Komui para llamar la atención de ambos exorcistas, que rápidamente se separan y se deshacen de sus lágrimas- bueno, veo que sois buenos captando indirectas.
-Como sea, solo quiero que me expliques qué hace ella aquí.
-Eso es simple, está aquí para ser una exorcista más.
-¿Estás de broma? Ella no puede controlar una inocencia, no es capaz de hacerlo.
-Y-Yuu... En realidad sí que puedo... Ahora sí...
-¿Qué? ¿Cómo?
-Cross Marian, esa es la única respuesta- dice Komui sonriente.
-¿La mandaste con ese maldito pervertido?
-B-Bueno, es que era el único capaz de sacar a la luz el potencial de...
-Me da igual, ¿cómo pudiste hacer algo así?
-Yuu, el maestro Marian no es mala persona. Es cierto que es un mujeriego en toda regla, pero no hay oscuridad en su corazón.
-De acuerdo, si tú lo dices será por algo.
-Que pareja tan bonita...- suspira Komui- espero que Lenalee no esté nunca así con nadie.
-¿Lenalee?
-Mi queridísima hermana pequeña. Seguro que te cae bien, a todos les cae bien. Pero será mejor que nos pongamos serios, no tenemos tiempo que perder. Primero tenemos que devolverte a Muteki y luego buscar una misión adecuada para ti.
-¿Adecuada para mí?
-Exacto. Tú no puedes hacer cualquier misión, solo debemos encomendarte las que tengan un porcentaje mayor del 63% de éxito.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Pues que solo te mandaremos a misiones en las que sea más probable hallar el corazón.
-El corazón... De acuerdo, haré todas las misiones que hagan falta hasta que lo encontremos.
-Así me gusta, pequeña... Ahora será mejor que vayas a descansar, debes tener sueño. Kanda, enséñale su cuarto, por favor. Y tranquila, mañana nos encargaremos de todo lo que debemos hacer. Por el momento, solo duerme.
La princesa asiente y sale del despacho junto con el espadachín. Ambos avanzan juntos sin mirarse, sin hablarse, sin tocarse; como si fueran unos desconocidos. Finalmente llegan a la habitación de la chiquilla.
-Es aquí, la mía es la de al lado.
-Este sitio...
-¿Me estás escuchando?
-¿Eh? Sí, claro...
El chico la mira entre sorprendido y preocupado y, con una velocidad inimaginable, agarra a su compañera y la mete en el cuarto con brusquedad. Tras hallarse él también en la sala, cierra la puerta con cerrojo y mira a la princesa con frialdad. Durante unos minutos nadie dice nada, tan solo se dedican a matarse con la mirada como si así fueran a ser capaces de comprender la mente del otro.
-¿Por qué has hecho eso?
-¿Por qué no me escuchabas?
-Sí te escuchaba, ahora respóndeme.
-No lo hacías.
-Yuu... Basta ya, por Dios... Deja... ¡Deja de mirarme así! ¡Deja de mirarme con lástima! Yo no necesito la comprensión de nadie... Yo... No necesito a nadie...- solloza la chica cayendo al suelo de rodillas y dejando que sus lágrimas fluyan libremente por su principesco rostro.
-¡Pues deja de comportarte así! ¡Si dices que no eres digna de lástima, demuéstramelo! ¡Si dices que no necesitas a nadie, demuéstramelo!
-¿Cómo demostrar algo que ni tú mismo te crees?- interrogó la pequeña exorcista mirando con dolor al apuesto joven que se alzaba de pie ante ella- no quiero que nadie me mire con lástima porque ellos también me miran así, no quiero que nadie esté a mi lado porque se alejará de mí y me abandonará... ¡Me odiará!
Tras escuchar aquellas palabras, Kanda simplemente se deja caer frente a la chiquilla y la guarda con sus brazos.
-Lo siento... Entiendo cómo te sientes, pero recuerda que yo jamás me iré de tu lado... Al igual que sé que tú nunca te irás del mío.
No se mueven más desde aquello. No dicen más desde aquello. No hacen mayor ruido que sus respiraciones y los tímidos lloros de la princesa, que poco a poco van desapareciendo.
-¿Estás mejor?- pregunta el espadachín cortando el abrazo.
-Sí... Yuu... Tengo que contarte algo...
-¿Qué es?
-Me encontré con algo, alguien más bien, sospechoso. Creo que era un Noé.
-¿Estás segura?
-Sí, no, no lo sé. Su alma estaba tan... Podrida... No me gustaba, me daba miedo. Volví a sentir lo que sentí cuando me encontraba allí.
-Me juraste no mencionar de nuevo aquella época.
-Lo sé, si alguien que no debe lo oye sospechará y esas sospechas pueden llegar a los Noé e incluso al Conde, pero aquí solo estamos tú y yo.
-Sigue siendo peligroso mencionar esto aquí.
-Aquí y en cualquier parte... ¿Me equivoco?
-Supongo que no. Pero dime, ¿te hizo algo ese supuesto Noé?
-No especialmente. Sin embargo, se fijó en mí y me invitó a bailar.
-¿Estabas en una fiesta?
-Sí, el maestro me pidió que fuera a ella antes de venir aquí, aunque se negaba rotundamente a que viniera.
-No me extraña... ¿Pasó algo más en esa fiesta?
-No, bailamos y me piropeó. Nada más, luego no volví a verlo.
-¿Qué hiciste después del baile?
-Me quedé un rato más para conseguir la orden del maestro y luego me fui.
-¿Qué te pidió que consiguieras?
-No lo sé exactamente, es esta caja- dice mostrándole una pequeña cajita gris con bordados rojos- pero no encontré la llave por ninguna parte, y ya no logro contactar con él para preguntarle.
-Es extraño, al  igual que ese hombre. Pero... no tiene cerradura.
-¿En serio?- ojea la cajita una vez más- tienes razón, no hay ninguna cerradura. Pero no puedo abrirla, ¿por qué me mandaría el maestro conseguirla?
-Igual tiene algo dentro que algún día te resultará útil y se abrirá cuando estés preparada para usarlo, ¿no percibes nada?
-No, y cuando la agito no suena nada. Es como si estuviera vacía, espero que tenga razón y algún día pueda abrirla y me muestre algo beneficioso.
-Tú no le des vueltas, piensa que cuando deba ser, será. Y ahora será mejor que duermas, que menudas ojeras traes.
-¿Tanto se notan?
-Sí. Venga, a la cama.
-Me tratas como si fuera una niña pequeña.
-Eres mi niña pequeña- dice Kanda depositando un beso en la frente de la chica y yéndose.
-Yuu, me alegro mucho de volver a verte- dice la princesa dejando escapar unas lágrimas y adornando su rostro con una bella sonrisa.
-Y yo... Buenas noches- susurra el chico marchándose del cuarto.
La chica se levanta y abre la gran ventana con vidriera de la habitación asomándose a ella. Alza la mirada y logra cruzar miradas con la luna antes de cerrar los ojos para sentir cómo el viento juega de nuevo con su pelo.
-Mamá... Yo... Ya estoy dentro...

Días grises (one-shot SPAMANO)

Lovino no podía más con el sentimiento que tenía dentro, pero nunca lo admitiría. Nunca, nunca y nunca admitiría su amor hacia Antonio.
No sabía cuándo había empezado a sentirse atraído por ese bastardo español, sucedió sin que se diera cuenta. No sabía cuándo había dejado de molestarle ser abrazado por él. No sabía cuándo se había vuelto loco por ese bastardo amante de los tomates. Solo sabía que era una realidad y que debía afrontarla como pudiera...

Era una fría mañana de febrero como otra cualquiera. Lovino se había levantado de mala gana, esa noche no había dormido bien y estaba de un humor de perros, peor que de costumbre, y Feliciano fue el primero en notarlo cuando su hermano casi mata a Ludwig cuando este vino a recogerlo. Lovino odiaba con toda su alma a ese maldito alemán. A él y a sus patatas.
Solo quería que ese día pasase lo más rápido posible, pero la suerte parecía no estar de su parte. Antonio lo cogió del brazo y se lo llevó lejos de allí nada más cruzar miradas con él. Al principio el italiano se resistió y lo insultó, pero dejó de hacerlo al ver que el español estaba llorando. No lo entendía. Él nunca lloraba. ¿Por qué tenía que hacerlo justamente ahora?
Caminaron durante mucho tiempo hasta llegar al castillo de la ciudad, la zona más alta y alejada de todo. En cuanto pararon, Antonio soltó el brazo del menor, quien se dejó caer en la hierba de los jardines.
-Oye tú... Bastardo... ¿Qué... Te pasa?- preguntó Lovino jadeando.
Antonio tan solo se sentó a su lado y hundió la cabeza en sus propias rodillas.
-¿Se puede saber qué diablos te ocurre? ¡Tú no eres así!- pero, por segunda vez, no obtuvo respuesta- vale, si no quieres contarme tu problema, ¿por qué demonios me has arrastrado hasta aquí haciéndome perder clase?- otra vez solo le contestó el silencio- muy bien, me voy entonces- dijo finalmente levantándose e intentando irse, pero Antonio le agarró del brazo impidiéndoselo.
-No... No te vayas... Te lo ruego...- le pidió abrazándolo por la espalda.
-A-Antonio, cuéntame qué te pasa, por favor.
-Hoy... Hoy es un día muy especial para mí... Hoy es...
-Hoy es 12... Es tu cumpleaños... Yo... Lo siento, se me olvidó. Perdóname, soy un amigo horrible.
-N-No importa, después de todo, no es por eso que es un día especial. Verás, hoy hace diez años de la muerte de mi mejor amigo.
-¿Co-Cómo?
-Yo tenía un amigo... Se llamaba Manuel, era un año más pequeño que yo y siempre lo trataba como si fuera mi hermanito. Un día, el 12 de febrero de hace diez años, insistí en que Manuel viniese a verme porque era mi cumpleaños. Su familia estaba de viaje, pero decidieron cumplir mi deseo y... Tuvieron un accidente de coche. Un idiota se puso a hacer el imbécil en la carretera y se chocó con el coche de Manuel y sus padres. No hubo supervivientes- en ese momento, el abrazo del español comenzó a dolerle de verdad al italiano; la fuerza que el amante de los tomates ejercía sobre él era demasiado fuerte- si yo no hubiese sido tan egoísta él seguiría vivo...
-A-Antonio...
¿Qué podía decirle? Antonio le apretaba tan fuerte que no lograba pensar con claridad. Aquella historia le partía el corazón, y sentir las lágrimas de la persona a la que amaba en su cuello no ayudaba.
-Antonio... Suéltame...
El español no dijo nada, simplemente obedeció. Fue entonces cuando Lovino tomó en rostro del mayor con sus manos y le depositó un beso en los labios. Suave, corto, inexperto.
-De-Deja de culparte, bastardo. Estoy seguro de que tu amigo quería ir a verte también, así que no cargues con toda la culpa solo. Además, no creo que él quisiera verte triste, especialmente siendo tu cumpleaños.
-Lo-Lovi...
Antonio se secó las lágrimas y se abalanzó contra Lovino. Atrapó su cintura con sus brazos y juntó sus labios con los de su pequeño italiano. Los labios del menor parecían haber sido creados para que encajaran perfectamente con los del mayor, todo Lovino parecía haber sido creado para encajar con Antonio.
-A-Antonio...- suspiró el italiano cuando se separaron.
-Te amo, Lovi- dijo el español para unir de nuevo los labios con los de su amor.
Ese beso fue diferente. Antonio pegó el cuerpo de Lovino aún más al suyo y este rodeó su cuello con los brazos para sentirlo más cerca mientras respondía como podía al beso.
-No sabes cuánto tiempo llevo esperando esas palabras- dijo el italiano al hallar libres los labios.
-Lo sé, y te prometo que ahora las escucharás cada día. Te amo, Lovino Vargas.
-Y yo á ti, Antonio Fernández Carriendo... ¿Por qué tu nombre es tan largo?
El español soltó una risilla y, de nuevo, volvieron a besarse. Un beso corto y dulce, lleno de amor y ternura que finalizó en un abrazo entre ambos muchachos.
-Feliz cumpleaños, Antonio.

~~ DOS DÍAS DESPUÉS ~~

Lovino llegaba al instituto cuando unas manos taparon sus ojos.
-¿Quién soy?
-Deja de jugar, bastardo.
-Vaya, tan tsundere como siempre- dijo Antonio abrazándolo- ¿sabes qué día es hoy?
-Sí, jueves.
-Aparte, es 14.
-¿Y qué?
-¿Cómo que "y qué"? ¿No me has comprado nada?
-E-El amor no se tiene que mostrar a través de regalos.
-Eso es precioso... ¡Cómo te quiero, Lovi-love!
-¡No me llames así!
-Bueno, yo sí que te he comprado algo. dijo ignorando a su novio- aunque es bastante simple.
El español sacó un ramo de claveles de su mochila, sin embargo, antes de que pudiera decir nada, un ramo de rosas le fue estampado en la cara.
-Creía que no me habías comprado nada...
-Pe-Pensaba darte una sorpresa.
-No, si sorpresa ha sido jeje. Feliz San Valentín, Lovi.
-Fe-Feliz San Valentín, Antonio.

Leyendas (adelanto de Mahou, mi novela)

Nota: no pensaba realmente enseñaros esto, pero creo que os lo merecéis por toda la espera de Caramel. Se trata ni más ni menos que de la gran leyenda del país de Mahou, el lugar donde se desarrollará mi novela de mismo nombre, y que una reina cuenta a la protagonista al final del libro. Espero que os guste ^^


Antes de que las cuatro divinidades existieran, antes de que los ángeles y demonios se separaran, el reino de Mahou estaba lleno de paz y tranquilidad bajo el reinado de Empusa, una hermosa hechicera. Esta reina portaba siempre una corona de oro con cinco joyas que daban nombre a sus cinco hijas. La mayor de todas, Esmeralda, tenía el poder de controlar la tierra y todo en lo que ella creciera a placer. La segunda, Zafiro, poseía el dominio de mares y ríos. La siguiente, Rubí, había heredado el don de utilizar el fuego a placer. La penúltima, Amatista, controlaba los vientos como si formaran parte de ella. Y la menor de todas, Diamante, era capaz de comprender a los animales.

Pero un día, la paz que reinaba sobre Mahou se vio perturbada con la llegada de unas criaturas llamadas nobilitas. Ellos decían venir de la otra punta del continente, de la que habían tenido que huir por haber sido conquistada por unos bárbaros que se hacían llamar venatores. Los habitantes de Mahou, conmovidos, les prestaron ayuda. Al principio les parecieron seres extraños, pero con el paso del tiempo se dieron cuenta de que no eran muy diferentes a los elfos que habitaban aquellas tierras. Sin embargo, el rey de los nobilitas había logrado seducir a la joven Diamante y la engañó para poder obtener la corona de Empusa y, por tanto, el control de Mahou.

Una tarde, el joven nobilita le pidió a Diamante que llevase a sus hermanas a pasear por el bosque mientras él le pedía a la reina su mano. La menor, sin conocer las verdaderas intenciones del hombre, así lo hizo y, mientras las cinco princesas paseaban alegremente, un cuervo avisó a Diamante de que su madre estaba siendo atacada. Las chicas, gracias a la ayuda de Amatista, llegaron rápidamente a palacio donde presenciaron una terrible escena: su madre, la reina, estaba siendo atacada por unas extrañas criaturas conocidas como lamias. Todo parecía ir bien hasta que Empusa se dio cuenta de la presencia de sus hijas y, aprovechando la distracción, la última lamia que quedaba con vida se abalanzó sobre la reina y perforó su fino cuello con sus colmillos para luego ser destruía por Diamante, quien con velocidad sujetó el cuerpo de su madre que había caído desmayada. Con lágrimas en sus ojos balanceaba el cuerpo de la reina mientras veía cómo sus albinos cabellos se teñían negros y su blanca piel se tornaba oscura. Mas apartó la mirada al escuchar la burlona risa del rey nobilita mientras sostenía la corona de Empusa entre sus manos y, con mucho dolor en su corazón por haber sido incapaz de ver las intenciones del hombre, se levantó y lanzó contra aquel mentiroso un torrente de elementos que nadie pensó nunca que era capaz de controlar. Sin embargo, todo su poder no fue suficiente  y, si no hubiera sido por la ayuda de sus cuatro hermanas, no habría sido capaz de arrebatarle la corona de su madre y de llevarse el cuerpo de esta.

Una vez en el bosque, las cinco princesas dieron sepultura a la reina y decidieron repartir las partes de la corona. Cada joya fue entregada a la chica que portaba su nombre y el oro de la corona fue fundido en dos figuras con forma de estrella que fueron enterradas a los pies del sepulcro. Sin embargo, Rubí era ambiciosa y, cuando todas sus hermanas se fueron, desenterró las estrellas y se las llevó.

Cada chiquilla viajó a un lugar distinto de Mahou, pero cuatro de ellas fueron corrompidas por el poder de las joyas durante su odisea y Empusa, avergonzada de ellas, las maldijo. Zafiro, arrepentida por su debilidad, entregó su joya a los elfos del este y se convirtió en un dragón azul. Amatista, decepcionada por su estupidez, obsequió a los elfos del oeste con su joya y se transformó en un tigre blanco. Esmeralda, incapaz de creer lo que pasaba, regaló su joya a los elfos del norte y pasó a ser una serpiente. Rubí, asustada por su futuro, dio su joya a los elfos del sur y luego viajó a la isla de los ángeles para darles las estrellas de oro. Pero la reina ángel, cauta, solo tomó una de las estrellas y poco tardó en ocultarla del mundo. Rubí rogó y rogó que cogiera la otra estrella, pero la reina se negó y la princesa optó por ofrecérsela a la hermana de esta, quien aceptó sin dudar. En ese momento, Rubí se convirtió en un ave fénix y se marchó del lugar. Sin embargo, hubo algo con lo que no contó: el poder de la estrella corrompió al ángel y la oscuridad envolvió su corazón.

Desde aquel momento, aquella tribu pacífica se dividió en ángeles y demonios. Desde aquel momento, los nobilitas se enorgullecen llamándose a sí mismos reyes de Mahou. Desde aquel momento, hay cuatro divinidades que cuidan de su tierra. Desde aquel momento, existen portadores de los dones de las cuatro hermanas malditas. Desde aquel momento, se escribieron los destinos de portadores que nacerían muchos siglos después y que recibirían las joyas de las que un día fueron cuatro hermosas princesas. Desde aquel entonces, la reina Empusa se convirtió en mito. Desde aquel entonces, la paz se volvió una mera ilusión. ¿Y qué fue de Diamante? Bueno, solo puedo decirte que pasó por mucho durante su larga vida, pero te aseguro que le fue bien y que la joya no la corrompió a pesar de que siempre se culpó por todo lo ocurrido desde la muerte de su madre. ¿Que cómo sé yo todo esto? Eso puedes decírmelo tú. Así que dime, ¿qué piedra es la que conforma mi anillo?

Caramel. Capítulo 3

Nota: Yahoo. Sé que llevo mucho tiempo sin actualizar, pero es que marzo ha sido terrible para mí entre los exámenes, los trabajos, una beca que mis padres se empeñaron en que intentara conseguir y el viaje a París, del que he vuelto hace unos días. En fin. como no os interesa mi vida (o sí, quién sabe) os dejo el capítulo 3, que espero que os guste porque a mí me encanta, no sin antes prometeros que no volverá a pasar. Disfrutad el capítulo y mil perdones.

CAPÍTULO 3. NO TE ACERQUES

-¡Hola! Me llamo Kyte Tsubaku, un placer. No estoy acostumbrado a esto de ir a clase, así que espero que me ayudéis.
-Claro que sí, Tsubaku-san- dijo una chica.
-Por supuesto- la secundó otra- ¿cómo no íbamos a ayudar a un chico tan guapo y amable?
¿Amable? ¿En serio? Haruka sentía nauseas en ese momento.
-Bueno Tsubaku-kun, es hora de que te asignemos un sitio.
-¡Siéntate conmigo Tsubaku-san!- le pidió la primera chica que habló antes.
-¡Oye!- replicó su compañera- ¿y yo qué?
-Tú te vas.
-Cálmate Onodera-kun, Tsubaku-kun no te quitará el sitio. Y ya hablaremos en el recreo, Marumoto-kun.
-Pero profesor- replicó Marumoto- el único sitio libre es el que está junto a Miho.
-¿Algún problema?
-Bueno, es que... es un gay rarito...- contestó entre susurros.
-¿Y qué más da si a Miho-kun le gustan los hombres? A ti también te gustan, ¿me equivoco?
-Sí, pero es distinto. Yo soy mujer, es normal que me gusten. Pero él, en cambio, es un hombre y no le pueden gustar los hombres. ¡Es anormal!
-No, no lo es- le dijo tajante el profesor- ahora, sal de clase, por favor. Ya hablaré contigo más tarde.
Marumoto salió del aula y un silencio incómodo se apoderó de la clase.
-Pro-profesor, siento el comportamiento de Maru-chan. Es solo que estaba nerviosa, pero ella no es así.
-No intentes disculparla, Onodera-kun. Tsubaku-kun, siéntate por favor. Y lamento el espectáculo.
-Tranquilo profesor- dijo Kyte yendo a su asiento y sentándose- hola- saludó a Haruka al sentarse, pero este solo apartó la mirada molesto.
-En fin, empecemos la clase de una vez. ¿Por dónde íbamos? Ah sí, el Past Perfect...
El profesor comenzó a dar clase, pero Haruka no le hacía ningún caso, como de costumbre. Solo quería relajarse mirando por la ventana, pero su nuevo y odioso compañero se lo impidió.
-Hey, ¿cómo te llamas?
-No te importa.
-Si no me importase no te lo preguntaría, ¿no crees?
Haruka calló un momento al oír su respuesta.
-Haruka Miho.
-Yo soy Kyte Tsubaku, encantado. ¿Es habitual que te insulten así a la cara solo porque te gustan los chicos?
-Sí, y a mi no me gustan los chicos. Me gustan los hombres.
-Vaya, con que te gustan los mayores, eh.
-Sí, ¿algún problema?
-Para nada, respeto tus gustos.
-Pues eres el único.
-¿En serio? No entiendo por qué.
-Porque soy anormal.
-No lo eres.
-Sí lo soy.
-¿Pero por qué dices eso? Que te gusten los hombres no te hace anormal.
-Tú no sabes nada... cállate.
-¿Te he ofendido? L-lo siento.
¿Qué lo sentía? Este no era el mismo sujeto que había conocido el viernes. El Kyte Tsubaku que conoció ese día era un imbécil odioso, pero este... este era un encanto de persona. ¿Cuál sería el verdadero?
-No pasa nada, me ofenden a menudo.
-Pues yo me disculparé cada vez que lo haga, Miho.
-N-no me llames Miho.
-¿Por?
-No me gusta.
-Pues... Haru.
-¿Haru?
-Es el diminutivo de Haruka, ¿no? Tú puedes llamarme Kyte, si quieres.
-Como quieras.
La clase pasó sin que los chicos hablaran mucho más. A la hora siguiente, Haruka se puso a escribir en su cuaderno una canción, se sentía inspirado. Mientras lo hacía, Kyte se asomó a ver lo que mantenía tan concentrado al rubio.
-No dejes que mi amor se torne trágico como el de Julieta. Llévame lejos de aquí, eso es lo que siento.
-¿Q-qué haces?- preguntó Haruka avergonzado tapando la canción.
-¿Es la letra de una canción? Es muy buena, ¿de quién es?
-Es mía.
-¿Tuya? Como mola.
-¿L-lo dices en serio?
-Sí, pero con una voz masculina quedaría algo rara, ¿no crees?
-B-bueno, tú no sabes quién la va a cantar, así que no opines.
-¿No la cantarás tú? ¿Lo haces mal acaso?
-No exactamente, yo canto bien pero...
-Pero eres un chico.
-Sí, algo así...
-¿Cómo que "algo así"? Eres un chico.
-Ya lo sé...
-No pareces muy convencido.
-¿Cómo no voy a estarlo? idiota.
-Vale, soy idiota si quieres- dijo Kyte riendo.
-N-no te rías de mí.
-No me río de ti. Dime, ¿cantarías esa canción para mí algún día?
-¿Q-qué? Cla-claro que no.
-¿Eh? ¿Por qué? Te pagaré si quieres, pero me gustaría mucho escucharte cantar esa canción. Es realmente bonita.
-¿E-en serio?
-Pu-pues no...
-¿Qué tal si la llamas "Romeo & Cinderella"?
-¿Por qué ese nombre?
-Bueno, hablas de Julieta, así que supuse que el destinatario es Romeo. Y luego lo haces aquí de Cenicienta o Cinderella- dijo señalando la parte de la canción a la que se refería- me pareció bastante apropiado, ¿te gusta?
-S-sí... eres bueno eligiendo títulos, a mi se me da fatal... siempre lo hacen por mí.
-Bueno, pues como yo te he dado un nombre tan fantástico, deberás cantarla para mí. ¿De acuerdo?
-Claro, dentro de mil años.
-Vale, entonces dentro de mil años... ¡oye!
-Yo solo canto para mí- dijo Haruka levantándose- y ahora, si no te has dado cuenta, tenemos gimnasia.
-E-espérame- le pidió el peliazul mientras se levantaba con torpeza y le seguía.
-No tengo intenciones de hacerlo.
Kyte se paró. ¿Qué diablos le pasaba a ese chico?
-Pero bueno, ¿por qué es tan arisco?
-Tsubaku-san, ¿quieres que te indique dónde están el gimnasio y los vestuarios?
-¿eh? Sí, por favor.
-Sígueme entonces. Por cierto, me llamo Erika Matsui.
-¿Matsui?
-Sí, ¿sucede algo?
-No, tranquila. Y bueno, ¿me vas a llevar a donde me tenías que llevar?- preguntó el chico con una gran sonrisa.
-Por supuesto- respondió la pelirroja entre risas.
-Oye Matsui- la llamó Kyte una vez comenzaron a caminar- ¿por qué todos tratan así a Haru?
-¿Haru? ¿Te refieres a Miho? Si me preguntas, se lo tiene merecido.
-¿Por qué dices eso?
-No habla con los demás si no es absolutamente necesario y cuando alguien intenta hacerse amigo suyo, lo trata como basura.
-¿Y no crees que eso es por el trato que recibe?
-No lo sé, está claro que eso le ha influido, pero es así desde que lo conozco. Lamentablemente, no iba a la misma secundaria que él, así que no sé si le ocurrió algo que lo volviese así.
-¿Sabes de alguien que fuera a su misma secundaria y que se llevase bien con él?
-Pues... una chica de otra clase, es un poco rara.
-Da igual, ¿cómo se llama?
-No lo recuerdo, lo siento. Pero le preguntaré al resto de chicas si se acuerdan ellas de su nombre.
-Muchas gracias, Matsui.
-¿Puedo saber por qué tienes tanto interés en Miho?
-Um... supongo que... me gusta la gente misteriosa, me resulta más... interesante.
-¿Entonces lo que quieres es saber más cosas de él para hacerte su amigo?
-Algo así.
-Te deseo suerte. Bueno, los vestuarios de las chicas están a la izquierda y los de los chicos a la derecha, así que aquí termina el trayecto.
-Gracias por el viaje, Matsui- le dijo Kyte entre risas.
-No hay de qué, cuando quieras te doy otra vuelta- rió Erika entrando en los vestuarios femeninos.
Kyte entró al vestuario masculino nada más escuchar el sonido de la puerta cerrarse a su izquierda. Al entrar, vio a Haruka sin camiseta siendo burreado por los demás chicos, que ya estaban preparados para la clase. El chico se acercó a ellos y, mientras la camiseta se encontraba volando por los aires, la atrapó y se la devolvió al rubio.
-No deberíais tratarlo así. Que yo sepa, él no ha hecho nada para ello.
-¿Y si ha hecho algo que nos ha molestado?
-Sigue sin ser razón para ser tratado de esta forma. Y ahora, si estáis listos para gimnasia, largaos.
Todos los chicos le echaron a Kyte una mirada de odio y salieron de los vestuarios.
-No hacía falta que me ayudaras, podía arreglármelas solo.
-Sí claro- le dijo Kyte con sarcasmo mientras lo miraba de reojo- qué... ¿qué son todas esas marcas?
-¿M-me estabas mirando el pecho? ¡Eres un pervertido!- le gritó Haruka poniéndose la camiseta.
-¡N-no soy ningún pervertido!
-¡Sí que lo eres!
-¡No lo soy! Y ahora- dijo el peliazul agarrando al pequeño rubio de un brazo y levantándolo- dime qué diablos son esas marcas.
-S-suéltame.
-No lo haré hasta que me digas que son esas marcas- insistió Kyte haciendo chocar con brusquedad la espalda de Haruka con la pared- ¡ya!
-N-no.
-Que me lo digas, joder.
-N-no pienso decirte nada... porque no es asunto tuyo.
-Me da igual que no sea asunto mío, no quiero que te hagan daño.
-D-déjame en paz...
-Que me lo digas- le pidió, o más bien ordenó, Kyte apretando con más fuerza aún el brazo que agarraba.
-N-no...-le respondió Haruka una vez más mordiéndose el labio inferior- p-para p-por favor... m-me d-duele... me estás... haciendo d-daño...
Al oír estas palabras, el joven modelo soltó rápidamente al chico, que se desplomó en el suelo llorando.
-¿P-pero qué he hecho? L-lo siento Haru, yo no...- mientras hablaba, Kyte se acercaba a Haruka para tocarlo, pero este le apartó la mano velozmente.
-¡No me toques! ¡Eres como todos!
-N-no, Haru yo no quería...
-¡Cállate! ¡Eres un mentiroso!
-No te miento, de verdad que no sé por qué he actuado así.
-¡Que no hables! Así no mientes...
-Por favor Haru, escúchame...
-¿Escuchar el qué? ¿Qué no era tu intención? ¿Qué no eras tú? ¿Qué no volverá a pasar? Como si fuera tan tonto como para tragarme eso de nuevo- dijo el pequeño rubito levantándose del suelo y yendo hacia la puerta- la clase no tardará en empezar, no tardes- sentenció justo antes de salir por la puerta.
-¿Qué acaba de pasar?
Confundido por la reacción del chico, Kyte se quedó unos instantes intentando comprender lo sucedido pero, al no lograrlo del todo, decidió cambiarse de una vez y ponerse el uniforme de gimnasia. El uniforme, por así llamarlo, estaba formado por una camiseta blanca de manga corta, unos pantalones cortos azul oscuro y unas deportivas blancas y azules. Cuando se lo puso, se dio cuenta de que su uniforme era un poco distinto al de Haruka. Él llevaba los pantalones más cortos, como si fueran de chica, y la camiseta algo ajustada. Realmente se preguntaba por qué pasaba esto y también qué diablos le sucedía a ese pobre chico que parecía jamás haber sonreído. Al salir del vestuario y llegar al gimnasio, todas las chicas lo rodearon rápidamente.
-Tsubaku-san, que bien te queda el uniforme.
-Tsubaku san, que guapo estás.
-¿Cómo me queda el uniforme, Tsubaku-san?
-Chi-chicas, por favor. Recordad que tenemos clase.
-No- dijo una- el profesor no ha venido, pero nadie nos lo había dicho. Pero podemos quedarnos en el gimnasio si queremos hacer deporte libre. ¿Te gustaría jugar al tenis conmigo?
-¿Qué? No, Tsubaku-san jugará conmigo al baloncesto.
-Dejad de flipar, él prefiere saltar a la comba conmigo.
-Lo siento chicas, pero no me apetece nada hacer deporte ahora mismo.
-Oh, vaya... pero entonces te quedarás con nosotras aquí, ¿no? Todos los chicos van a bajar a echar un mini partido de fútbol.
-¿Todos?
-Bueno, menos tú y el rarito.
-¿El rarito?
-Sí, Miho.
-Chicas- las llamó a todas Erika- ¿por qué no preparamos una especie de coreografía juntas para sorprender a Tsubaku-san con nuestro talento?
-¡Sí! Es una idea genial, Erika.
-Desde luego. Tsubaku-san, sal del gimnasio hasta que terminemos, por favor.
-Oh, claro- dijo el chico saliendo del lugar y cerrando las puertas tras de sí.
¿Qué podía hacer ahora? Sin ser capaz de decidir algo activo, optó por tumbarse en el suelo a escuchar música. Y así lo hizo, se puso sus cascos y se echó en las frías baldosas que pisaba. A saber cuánto tiempo estuvo así, perdiéndose en las canciones que sonaban en su reproductor de música. Canciones de todo tipo, desde rock hasta rap pasando por pop. No es que le agradara especialmente este último, pero a su hermana le encantaba y él lo escuchaba por ella. No pudo evitar sonreír al acordarse de su querida Saki. Cuando volviese a casa le contaría todo lo que había sucedido esa mañana. Y, por supuesto, le hablaría de Haruka. Se preguntaba dónde estaría, tenía... muchas ganas de verle...
El tiempo siguió pasando y el timbre sonó. Las chicas nunca lo llamaron. Bueno, así mejor, no tenía ninguna gana de presenciar la coreografía de esas chicas. No es que le desagradaran pero... parecían esconder algo, y eso no le gustaba nada.
Se levantó y se fue a los vestuarios. Tardó su tiempo en cambiarse, quería esperar a cierta persona. Pero él nunca llegó. Eso empezaba a preocuparle, así que decidió salir a buscar a Erika para preguntarle si sabía algo de su paradero. Por suerte para él, la chica salía del vestuario en ese instante.
-Hey, Matsui.
-Oh, hola Tsubaku-san. Lo siento, ninguna de las chicas sabe el nombre de la amiga de Miho, pero lo que sí saben es que va a la clase C y que tiene el pelo morado y rosa.
-Vaya, muchas gracias. Oye, ¿no sabrás dónde está Haru?
-¿Miho? Se fue a casa, creo que se encontraba mal.
-Ah, gracias por la información. Hasta luego- Kyte se despidió de la chica, que se marchó al patio- sus cosas aún están en los vestuarios, ¿por qué me ha mentido? Haru, ¿dónde estás?