domingo, 26 de abril de 2015

El veneno de las rosas

Nota: hace poco (el jueves) me vi Saint Seiya The Lost Canvas de una vez y me enamoré de uno de los caballeros dorados, así que le hice un pequeño homenaje a este gran caballero que ha hecho que esté orgullosa de mi nombre. Espero que os guste y no me matéis cuando os diga que Caramel se retrasará por falta de inspiración y tiempo (esto es principalmente porque mi onee me ha dejado el primer libro de Cazadores de Sombras y claro... Está muy bien).

Siento el dolor en todo mi cuerpo. Cada una de mis articulaciones está siendo destrozada sin piedad. Mi rostro, al que mi enemigo denomina hermoso, lucha por mantener la orgullosa sonrisa y no ser desfigurado de una vez por todas. Y entonces, cuando mi enemigo me cree derrotado, mis labios se mueven involuntariamente. "Rostro, brazos, piernas... Rompe lo que quieras, pero no romperás mi espíritu" son las palabras que dejo escapar de mi boca con una voz completamente firme y decidida. No pienso rendirme. El combate continúa, mi feroz enemigo es temible, digno de mí. Pero quizá me confié demasiado, quizá no di todo lo que tenía, quizá me distraje por un instante; ahora mismo solo sé que me encuentro tirado en el suelo, con un gran dolor en mi cuerpo y mi orgullo, sobre un charco de sangre. Mi propia sangre. Me rindo. Sin embargo, percibo un estruendo proveniente del pueblo y el terror me invade. Debo proteger a aquella gente, lo prometí. Debo proteger a Agatha, lo juré. Me levanto con dolor y le pido a mi diosa que no me abandone en ningún momento. No sé cómo aparezco de pronto frente a mi rival una vez más, pero no me importa. Lo único importante es proteger a Agatha y acabar con él, con Minos. Coloco mi rosa entre mis labios y lo miro, me había subestimado. La batalla es rápida y certera. Yo acabo con él y él acaba conmigo, un precio justo. Lo veo caer ante mí antes de caer yo también, la pelea ha sido mía. Le doy gracias a Atenea, mi diosa, por no abandonarme ni un instante. Y muero. Muero con una sonrisa. No me he resignado, tan solo he aceptado el precio de mis acciones. No tengo nada de lo que arrepentirme. ¿Acaso no es eso motivo suficiente para morir sonriendo? "Mi vida ha sido como estas rosas, que son venenosas pero que son las rosas más hermosas del universo. Son... Mi vida, las llevaré dentro de mi corazón".
Despierto en un lugar extraño, no, más bien hermoso. Un jardín inmenso lleno de rosas y un infinito cielo azul brillante adornado con blancas nubes. Tan solo hermoso podría describirlo, e incluso se queda corto. Me siento ligero, no porto mi armadura, si no ropas normales. Pienso en levantarme, mas me encuentro tan cómodo tumbado que me falta tiempo para hacer la idea a un lado. Cierro los ojos. Me siento diferente. ¿Tal vez es porque estoy muerto? ¿Pero entonces qué hago allí? ¿Serán los Campos Elíseos este lugar? Prefiero no darle importancia y continuar relajándome. No sé cómo explicarlo, mi sangre ya no es la misma, la noto más... Pura, como si volviese a ser sangre corriente y no sangre bañada con el veneno de las rosas. Debe ser eso. Aunque suena extraño, un muerto con sangre en las venas. Abro los ojos. El claro azul del cielo y el oscuro azul de mis ojos combaten en silencio, se examinan mutuamente para terminar con la belleza del otro. Esbozo una sonrisa. Por primera vez en toda mi vida he pensado que soy hermoso. Veo cómo empiezan a caer pétalos de rosas rojas y atrapo uno de ellos con mis dedos. Lo huelo, veneno. Las rosas arrancadas por Minos. Ya es el momento de partir, me pongo en pie y miro hacia delante, preparado para el infierno que me esté esperando. Los pétalos se reúnen frente a mí, girando como un torbellino y creando una figura humana, una figura femenina que me tiende su mano. La observo una vez más antes de aceptar su mano. Es realmente preciosa, sin embargo, se vuelve aún más bella cuando se transforma en una humana verdadera. Pero no en cualquier humana, se convierte en ella. Intercambiamos miradas. Sonríe. Sonrío. Y me dejo guiar por ella, por mi ángel de la guarda. ¿Quién podría preocuparse? Allá a donde me lleve mi ángel será el sitio que merezco, no hay necesidad de pensar, solo tengo que dejarme llevar y disfrutar del tacto de su piel, un tacto que creí que jamás experimentaría. Ahora sí que puedo despedirme de todo feliz y en paz. Ahora ya puedo ser una rosa sin espinas, sin veneno. Ahora puedo ser hermoso de verdad. Ahora... ¿Qué más da lo que venga ahora? Prefiero disfrutar de este momento mientras dure. ¿Quién me iba a decir que llevar en mi sangre el veneno de las rosas me daría unos últimos momentos tan bellos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario