Antes
de que las cuatro divinidades existieran, antes de que los ángeles y demonios
se separaran, el reino de Mahou estaba lleno de paz y tranquilidad bajo el
reinado de Empusa, una hermosa hechicera. Esta reina portaba siempre una corona
de oro con cinco joyas que daban nombre a sus cinco hijas. La mayor de todas,
Esmeralda, tenía el poder de controlar la tierra y todo en lo que ella creciera
a placer. La segunda, Zafiro, poseía el dominio de mares y ríos. La siguiente,
Rubí, había heredado el don de utilizar el fuego a placer. La penúltima,
Amatista, controlaba los vientos como si formaran parte de ella. Y la menor de
todas, Diamante, era capaz de comprender a los animales.
Pero un
día, la paz que reinaba sobre Mahou se vio perturbada con la llegada de unas
criaturas llamadas nobilitas. Ellos
decían venir de la otra punta del continente, de la que habían tenido que huir
por haber sido conquistada por unos bárbaros que se hacían llamar venatores. Los habitantes de Mahou,
conmovidos, les prestaron ayuda. Al principio les parecieron seres extraños,
pero con el paso del tiempo se dieron cuenta de que no eran muy diferentes a
los elfos que habitaban aquellas tierras. Sin embargo, el rey de los nobilitas había logrado seducir a la
joven Diamante y la engañó para poder obtener la corona de Empusa y, por tanto,
el control de Mahou.
Una
tarde, el joven nobilita le pidió a
Diamante que llevase a sus hermanas a pasear por el bosque mientras él le pedía
a la reina su mano. La menor, sin conocer las verdaderas intenciones del
hombre, así lo hizo y, mientras las cinco princesas paseaban alegremente, un
cuervo avisó a Diamante de que su madre estaba siendo atacada. Las chicas,
gracias a la ayuda de Amatista, llegaron rápidamente a palacio donde
presenciaron una terrible escena: su madre, la reina, estaba siendo atacada por
unas extrañas criaturas conocidas como lamias. Todo parecía ir bien hasta que
Empusa se dio cuenta de la presencia de sus hijas y, aprovechando la
distracción, la última lamia que quedaba con vida se abalanzó sobre la reina y
perforó su fino cuello con sus colmillos para luego ser destruía por Diamante,
quien con velocidad sujetó el cuerpo de su madre que había caído desmayada. Con
lágrimas en sus ojos balanceaba el cuerpo de la reina mientras veía cómo sus
albinos cabellos se teñían negros y su blanca piel se tornaba oscura. Mas
apartó la mirada al escuchar la burlona risa del rey nobilita mientras sostenía la corona de Empusa entre sus manos y,
con mucho dolor en su corazón por haber sido incapaz de ver las intenciones del
hombre, se levantó y lanzó contra aquel mentiroso un torrente de elementos que
nadie pensó nunca que era capaz de controlar. Sin embargo, todo su poder no fue
suficiente y, si no hubiera sido por la
ayuda de sus cuatro hermanas, no habría sido capaz de arrebatarle la corona de
su madre y de llevarse el cuerpo de esta.
Una vez
en el bosque, las cinco princesas dieron sepultura a la reina y decidieron
repartir las partes de la corona. Cada joya fue entregada a la chica que
portaba su nombre y el oro de la corona fue fundido en dos figuras con forma de
estrella que fueron enterradas a los pies del sepulcro. Sin embargo, Rubí era
ambiciosa y, cuando todas sus hermanas se fueron, desenterró las estrellas y se
las llevó.
Cada
chiquilla viajó a un lugar distinto de Mahou, pero cuatro de ellas fueron
corrompidas por el poder de las joyas durante su odisea y Empusa, avergonzada
de ellas, las maldijo. Zafiro, arrepentida por su debilidad, entregó su joya a
los elfos del este y se convirtió en un dragón azul. Amatista, decepcionada por
su estupidez, obsequió a los elfos del oeste con su joya y se transformó en un
tigre blanco. Esmeralda, incapaz de creer lo que pasaba, regaló su joya a los
elfos del norte y pasó a ser una serpiente. Rubí, asustada por su futuro, dio
su joya a los elfos del sur y luego viajó a la isla de los ángeles para darles
las estrellas de oro. Pero la reina ángel, cauta, solo tomó una de las
estrellas y poco tardó en ocultarla del mundo. Rubí rogó y rogó que cogiera la
otra estrella, pero la reina se negó y la princesa optó por ofrecérsela a la
hermana de esta, quien aceptó sin dudar. En ese momento, Rubí se convirtió en
un ave fénix y se marchó del lugar. Sin embargo, hubo algo con lo que no contó:
el poder de la estrella corrompió al ángel y la oscuridad envolvió su corazón.
Desde
aquel momento, aquella tribu pacífica se dividió en ángeles y demonios. Desde
aquel momento, los nobilitas se
enorgullecen llamándose a sí mismos reyes de Mahou. Desde aquel momento, hay
cuatro divinidades que cuidan de su tierra. Desde aquel momento, existen
portadores de los dones de las cuatro hermanas malditas. Desde aquel momento,
se escribieron los destinos de portadores que nacerían muchos siglos después y
que recibirían las joyas de las que un día fueron cuatro hermosas princesas.
Desde aquel entonces, la reina Empusa se convirtió en mito. Desde aquel
entonces, la paz se volvió una mera ilusión. ¿Y qué fue de Diamante? Bueno,
solo puedo decirte que pasó por mucho durante su larga vida, pero te aseguro
que le fue bien y que la joya no la corrompió a pesar de que siempre se culpó
por todo lo ocurrido desde la muerte de su madre. ¿Que cómo sé yo todo esto? Eso
puedes decírmelo tú. Así que dime, ¿qué piedra es la que conforma mi anillo?
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