jueves, 2 de abril de 2015

Leyendas (adelanto de Mahou, mi novela)

Nota: no pensaba realmente enseñaros esto, pero creo que os lo merecéis por toda la espera de Caramel. Se trata ni más ni menos que de la gran leyenda del país de Mahou, el lugar donde se desarrollará mi novela de mismo nombre, y que una reina cuenta a la protagonista al final del libro. Espero que os guste ^^


Antes de que las cuatro divinidades existieran, antes de que los ángeles y demonios se separaran, el reino de Mahou estaba lleno de paz y tranquilidad bajo el reinado de Empusa, una hermosa hechicera. Esta reina portaba siempre una corona de oro con cinco joyas que daban nombre a sus cinco hijas. La mayor de todas, Esmeralda, tenía el poder de controlar la tierra y todo en lo que ella creciera a placer. La segunda, Zafiro, poseía el dominio de mares y ríos. La siguiente, Rubí, había heredado el don de utilizar el fuego a placer. La penúltima, Amatista, controlaba los vientos como si formaran parte de ella. Y la menor de todas, Diamante, era capaz de comprender a los animales.

Pero un día, la paz que reinaba sobre Mahou se vio perturbada con la llegada de unas criaturas llamadas nobilitas. Ellos decían venir de la otra punta del continente, de la que habían tenido que huir por haber sido conquistada por unos bárbaros que se hacían llamar venatores. Los habitantes de Mahou, conmovidos, les prestaron ayuda. Al principio les parecieron seres extraños, pero con el paso del tiempo se dieron cuenta de que no eran muy diferentes a los elfos que habitaban aquellas tierras. Sin embargo, el rey de los nobilitas había logrado seducir a la joven Diamante y la engañó para poder obtener la corona de Empusa y, por tanto, el control de Mahou.

Una tarde, el joven nobilita le pidió a Diamante que llevase a sus hermanas a pasear por el bosque mientras él le pedía a la reina su mano. La menor, sin conocer las verdaderas intenciones del hombre, así lo hizo y, mientras las cinco princesas paseaban alegremente, un cuervo avisó a Diamante de que su madre estaba siendo atacada. Las chicas, gracias a la ayuda de Amatista, llegaron rápidamente a palacio donde presenciaron una terrible escena: su madre, la reina, estaba siendo atacada por unas extrañas criaturas conocidas como lamias. Todo parecía ir bien hasta que Empusa se dio cuenta de la presencia de sus hijas y, aprovechando la distracción, la última lamia que quedaba con vida se abalanzó sobre la reina y perforó su fino cuello con sus colmillos para luego ser destruía por Diamante, quien con velocidad sujetó el cuerpo de su madre que había caído desmayada. Con lágrimas en sus ojos balanceaba el cuerpo de la reina mientras veía cómo sus albinos cabellos se teñían negros y su blanca piel se tornaba oscura. Mas apartó la mirada al escuchar la burlona risa del rey nobilita mientras sostenía la corona de Empusa entre sus manos y, con mucho dolor en su corazón por haber sido incapaz de ver las intenciones del hombre, se levantó y lanzó contra aquel mentiroso un torrente de elementos que nadie pensó nunca que era capaz de controlar. Sin embargo, todo su poder no fue suficiente  y, si no hubiera sido por la ayuda de sus cuatro hermanas, no habría sido capaz de arrebatarle la corona de su madre y de llevarse el cuerpo de esta.

Una vez en el bosque, las cinco princesas dieron sepultura a la reina y decidieron repartir las partes de la corona. Cada joya fue entregada a la chica que portaba su nombre y el oro de la corona fue fundido en dos figuras con forma de estrella que fueron enterradas a los pies del sepulcro. Sin embargo, Rubí era ambiciosa y, cuando todas sus hermanas se fueron, desenterró las estrellas y se las llevó.

Cada chiquilla viajó a un lugar distinto de Mahou, pero cuatro de ellas fueron corrompidas por el poder de las joyas durante su odisea y Empusa, avergonzada de ellas, las maldijo. Zafiro, arrepentida por su debilidad, entregó su joya a los elfos del este y se convirtió en un dragón azul. Amatista, decepcionada por su estupidez, obsequió a los elfos del oeste con su joya y se transformó en un tigre blanco. Esmeralda, incapaz de creer lo que pasaba, regaló su joya a los elfos del norte y pasó a ser una serpiente. Rubí, asustada por su futuro, dio su joya a los elfos del sur y luego viajó a la isla de los ángeles para darles las estrellas de oro. Pero la reina ángel, cauta, solo tomó una de las estrellas y poco tardó en ocultarla del mundo. Rubí rogó y rogó que cogiera la otra estrella, pero la reina se negó y la princesa optó por ofrecérsela a la hermana de esta, quien aceptó sin dudar. En ese momento, Rubí se convirtió en un ave fénix y se marchó del lugar. Sin embargo, hubo algo con lo que no contó: el poder de la estrella corrompió al ángel y la oscuridad envolvió su corazón.

Desde aquel momento, aquella tribu pacífica se dividió en ángeles y demonios. Desde aquel momento, los nobilitas se enorgullecen llamándose a sí mismos reyes de Mahou. Desde aquel momento, hay cuatro divinidades que cuidan de su tierra. Desde aquel momento, existen portadores de los dones de las cuatro hermanas malditas. Desde aquel momento, se escribieron los destinos de portadores que nacerían muchos siglos después y que recibirían las joyas de las que un día fueron cuatro hermosas princesas. Desde aquel entonces, la reina Empusa se convirtió en mito. Desde aquel entonces, la paz se volvió una mera ilusión. ¿Y qué fue de Diamante? Bueno, solo puedo decirte que pasó por mucho durante su larga vida, pero te aseguro que le fue bien y que la joya no la corrompió a pesar de que siempre se culpó por todo lo ocurrido desde la muerte de su madre. ¿Que cómo sé yo todo esto? Eso puedes decírmelo tú. Así que dime, ¿qué piedra es la que conforma mi anillo?

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